Gasherbrum II (8.035 m).
Cuando un ochomil no quiere ser escalado.
2012. Uno de los peores años
de mal tiempo que se recuerdan en el Karakorum.
Un grupo de alpinistas y
buenos colegas. Poca suerte. Muchas desventajas.
Esta es la historia de
nuestra expedición al Gasherbrum II (8.035 m), uno de los
ochomiles llamados
“modestos” (seguramente por personas que no han subido
jamás un ochomil) que este
año, no deseaba ser escalado.
Llegamos a Islamabad y una
oleada de calor y olores nos asaltan al bajar del avión. Necesitamos
un par de días para hacer las últimas compras y todo el papeleo
administrativo que necesitan este tipo de expediciones. Nos damos
toda la prisa que podemos para huir cuanto antes del sofocante calor
que asfixia la capital pakistaní en estas fechas. En dos días,
estamos montados con todo el material en el transporte terrestre que,
a través de la Karakorum Highway, nos llevará a la zona norte del
país, la región del Balistán.
La Karakorum Highway, junto
con la Carretera de la Muerte boliviana, una de las carreteras más
espectaculares y peligrosas del planeta, discurriendo paralela al
cauce del bravo y enorme río Indo.
Y al poco tiempo, en la
mañana del segundo día de viaje, aparece ante los ojos del
expedicionario otro de los grandes colosos del planeta. El Nanga
Parbat (8.125 m), la montaña asesina.
En esta zona, además, se
encuentra un singular punto geológico de la Tierra. Es el punto
donde se unen de manera majestuosa el Himalaya, el Karakorum y el
Hindu Kush, las tres cordilleras más poderosas del planeta.
Y en este desierto
continental de roca, allí donde se ha conseguido canalizar el agua
del Indo, pequeños vergeles rompen la monotonía cromática del
paisaje salpicando de vida estas escarpadas laderas de roca.
Hasta que finalmente
llegamos a Skardu, ciudad norteña en la que preparar las cargas y
empezar, tras un último día de todo terreno hasta Ascole, el
trekking del glaciar Baltoro.
Camino de Ascole.
Iniciando el trekking.
Inmenso valle del río Braldo.
Porteadores. Vendrán con
nosotros hasta el campo base, porteando tiendas, comida, material,
combustible. Todo lo necesario para abastecer la expedición durante
el mes que está previsto permanecer en el glaciar. Gente dura…
Recorreremos el espectacular
glaciar Baltoro y alcanzaremos el campo base de los Gasherbrum en
seis días, atravesando descomunales morrenas y maravillándonos con
el espectáculo que supone discurrir por estos parajes. Os dejo unas
fotos.
Las Torres Trango y las
Catedrales de la Tierra, vistas desde el campo Pallu, aún en el valle
fluvial.
Atravesando las descomunales
morrenas del Baltoro.
Glaciares secundarios
tributando en cada valle lateral.
El Baltoro desde la peña de
Urdukas.
Porteadores con la Torre Sin
Nombre al fondo.
Cae la noche en Urdukas.
Seguimos nuestro camino, con
el imponente Gasherbrum IV (7.925 m) de fondo.
Cumbre del GII, nuestro
objetivo, tras el GIV.
El Masherbrum, o K1 (7.821
m), otro de los grandes sietemiles del Karakorum y una de las
montañas más reputadas del planeta.
Seguimos el avance camino de
Concordia, punto de reunión de los glaciares que bajan del Broad
Peak (8.047 m), K2 (8.611 m), GIV (7.925 m) y valle de los
Gasherbrum. Según aquellos que lo han contemplado, uno de los
lugares más espectaculares del planeta. Sin embargo, el mal tiempo,
que entrará todos los días a excepción de muy pocos, no nos dejará
ver nada durante el cruce de Concordia.
Al llegar a nuestro
siguiente campo, Goro II, una tormenta de nieve y fortísimo viento
nos da la bienvenida mientras montamos como podemos las tiendas. Tras
esta, el cielo comienza a despejarse por la parte baja del glaciar, y
Pepe Saldaña y yo decimos bajar para intentar ver el K2. No llegamos
hasta Concordia, pues no había tiempo, pero sí pudimos ver el
coloso del Karakorum.
Desandando camino hacia
Concordia.
K2 (8.611 m), la montaña de
las montañas.
Broad Peak (8.047 m).
Volvemos a Goro II con las
últimas luces.
Iniciamos al día siguiente
nuestro último día de aproximación al base. Viento en altura sobre
el Chogolisa (7.665 m).
Ferrán Latorre con la
espectacular Torre Muztagh (7.276 m) al fondo.
Seguimos nuestros camino
hasta llegar al fin al campo base de los Gasherbrum, a 5.100 metros
de altitud. Nuestro hogar para los próximos 37 días… Una morrena
glaciar donde será imposible mantener los pies calientes y bastante
incómoda por lo estrecha y alargada, y un relieve muy ondulado.
Gasherbrum I (8.068 m) visto
desde el CB.
Al día siguiente nos
dedicamos a preparar las primeras cargas, los primeros porteos de
tiendas, gas y material, pues en la siguiente madrugada saldremos
para arriba. Por la tarde, algunos de los expedicionarios nos
adentramos en el glaciar para ver al fin nuestro objetivo, que no es
visible desde el CB. Al fin apareció ante nosotros el Gasherbrum II
(8.035 m).También conocido como K4 o Moravi II, las regulares líneas
de su pirámide cimera nos impresionan y fascinan.
Este día nos enteramos de
que el glaciar que lleva desde el campo base (5.100 m) al campo 1
(C1, 5.900 m) está muy roto y abierto, y de las 3 horas que solían
tardarse en años anteriores en subir del CB al C1, este año son
necesarias de 7 a 10 horas para completar el recorrido (dependiendo
de la aclimatación, la carga que llevas, etc.). Es el primer duro
golpe que nos llevamos, pues realizar este recorrido, además de muy
peligroso por las enormes y abiertas grietas que plagan el glaciar,
nos desgastará mucho. Es por eso que el primer día sólo subiremos
hasta unos 5.800 m, donde haremos un depósito de material y será al
día siguiente, cuando volvamos a subir y lleguemos entonces al C1.
Atravesando la zona de la
rompiente.
Saltando grietas (a las dos
semanas esta grieta será tan grande que se colocarán dos troncos de
bambú para poder pasarla, y más tarde habrá que buscar una
peligrosa ruta alternativa. El glaciar se rompe a pasos agigantados).
Superando muros de hielo.
Llegando a la parte alta del
Glaciar, bajo la sombra de GI.
Alcanzando el circo de los
Gasherbrum (Gasherbrum II, III, IV y V al fondo).
El Baltoro Kangri (7.312 m)
al fondo. Una gigantesca mole de hielo.
Vamos equipando la ruta con
banderines. La zona de la rompiente y la cascada de hielo es un
auténtico y caótico laberinto de bloques y grietas.
Vamos superando las rimayas
de las grandes grietas que se abren en la parte del circo. Gasherbrum
IV al fondo.
Hasta que finalmente, tras
una agotadora y peligrosa jornada de glaciar, se llega al campo 1, a
5.900 m.
Os dejo aquí la ruta de
ascenso del GII por la cara sur.
Al día siguiente, y ya que
las previsiones daban buen tiempo y en el Karakorum hay que
aprovechar cualquier oportunidad, decidimos, a pesar de ser tan sólo
el tercer día en la montaña, portear tiendas y material al campo 2,
a 6.500 m. Un ascenso meteórico con una aclimatación bastante
pobre, pero temprano al día siguiente, salimos decididos a escalar
lo que se conoce como “banana ridge”, una arista muy vertical y
vertiginosa que lleva desde la base del glaciar hasta las cercanías
del campo 2.
Escalando la espectacular
arista.
Una vez en la cumbre de la
arista, hay que bajar y volver a subir hasta llegar definitivamente a
emplazamiento del C2.
Cumbre de la arista vista
desde el C2 (6.500 m). En la base, dos tiendas de una expedición
coreana que el viento arrancaría en los días venideros… Al fondo,
el glaciar y la morrena del campo base.
Tras pasar una noche no del
todo mala bajaremos de nuevo al campo 1 donde pasaremos otra noche
para seguir con nuestro proceso de aclimatación, antes de bajar al
fin al campo base a descansar. Un primer contacto con la montaña
bastante intenso...
Campo base y glaciar de
entrada al circo de los G.
GI desde el base. 3.000
metros de pared frente a nosotros…
Cae la noche en el base, en
una de las pocas noches estrelladas que tuvimos.
PRIMER INTENTO A CUMBRE.
Tras unos días de descanso
en el base, y con noticias de que una ventana de buen tiempo se
acerca, decidimos hacer nuestro primer ataque a cima llevando apenas
8 días en la montaña. Ello supondría escalar un ochomil en 12 días
desde la llegada al base, algo un poco precipitado pero factible, en
principio.
Fotografiando todo…
Me río pensando: “os vais
a enterar con el repor...¡¡¡No habrá quien se lo lea!!!".
Cruzando el laberinto de
grietas, hasta el C1…
Fernando con la cumbre del
GII al fondo.
Al día siguiente, subida de
nuevo al C2 por la banana y los seracs previos a la arista.
Vistas desde la tienda en el
C2.
Una tienda menos de los
coreanos… El viento ha empezado a hacer de las suyas.
Campo 2 (6.500 m).
Atardece…
Al día siguiente tenemos
previsto subir al C3 (7.050 m), pero esa misma noche cambian las
previsiones de tiempo y recibimos los partes. Entra el viento en
altura. Vientos de 60-80 km/h y en aumento que barren la cumbre y los
campos 3 y 4… Todo el esfuerzo y el porteo sirve para poco, aunque
dejamos comida y combustible que no tendremos que portear la próxima
vez. A la mañana siguiente, enormes penachos de ventisca indican que
no es posible subir. La montaña no nos deja opción esta vez; hay
que retirarse, pues se espera además que el viento en altura dure
bastantes días…
Vuelta de nuevo al base,
vuelta a cruzar el glaciar…
Por delante, días de mal
tiempo en los que poco se puede hacer. Muchas horas dentro del saco
intentando que los pies entren en calor.
SEGUNDO INTENTO A CUMBRE.
Tras varios días de mal
tiempo y partes meteorológicos que no anuncian más que viento del
suroeste que trae humedad, y esta la nieve, aparece la noticia de una
posible ventana de un par de días. Tras el primer intento, algunas
expediciones se retiraron. Ahora, tan sólo dos quedamos en el GII
para intentar la cumbre. Tenemos que aunar esfuerzos en un glaciar
muy roto, en una montaña cargada de nieve y sin cuerdas fijas en la
parte superior. Es por eso que a pesar de que la ventana de buen
tiempo prevista para dentro de algunos días es bastante incierta,
salimos para arriba con la esperanza de alcanzar esta vez la cumbre.
Es la cuarta vez que subimos
por este glaciar… Cansancio, dureza y peligrosidad se van
acumulando durante las interminables jornadas de ascenso del CB al
C1…
Al día siguiente, y con
partes meteorológicos que anunciaban sol, empezamos a escalar la
banana ridge bajo amenazantes nubes que no hacían más que
evolucionar a peor.
A mitad de la banana y
quedándosenos a todos cara de “dónde está mi maleta” (¡un
abrazo José!), recordad que los partes daban sol para ese
día, se desata una tormenta de nieve y viento que nos acompañará
hasta el C2 donde montamos una tienda como podemos y nos refugiamos
en la que ya teníamos que no hemos podido reparar (las plataformas
de nieve de las tiendas se van deformando mucho y es imposible
encontrar la horizontal para dormir…).
Ferrán y yo en un respiro
de la tormenta.
Llega la noche y la nieve
sigue cayendo, acumulándose ya muchos centímetros sobre la demás
nieve caída la semana pasada. Además, como siempre hace mal tiempo,
no hay días de sol que ayuden a transformar la nieve, por lo que la
montaña se iba cargando de nieve fresca no transformada, elevando el
peligro de avalanchas y convirtiendo el C2 en una auténtica
ratonera. Muy peligroso tanto subir, como bajar. A la mañana
siguiente, con nieve aún cayendo, comenzamos nuestra segunda
retirada abriendo una peligrosa huella de descenso hacia el C1. Vamos
asegurando al primero y fijando tramos de cuerda en zonas muy
expuestas antes y después de la arista. Será un descenso muy duro y
arriesgado, viendo además como nuestro ánimo y nuestras fuerzas se
hunden poco a poco tras cada paso, tras cada copo de nieve que nos
cae encima, tras cada vez que nos hundimos hasta la ingle y nos
cuesta la vida salir.
Además, sabemos que la
expedición que intentaba con nosotros la cumbre se retira
definitivamente, por lo que nos quedamos solos en la montaña. Un
puñado de alpinistas y amigos solos ante un ochomil virgen, con
cuerdas fijas enterradas o sin ellas en la parte superior, repleto de
nieve que no transforma y azotado por fortísimos vientos en altura.
Es inevitable pensarlo, a pesar de que jamás perdí el buen humor y
el ánimo, pero va a ser casi imposible escalar el GII este año.
Es duro renunciar a tantos
intentos, a tantos meses de entrenamiento y tantos años escalando
montañas por todo el mundo, como duro es subir y bajar por este
maldito glaciar. Hay que mantener la calma, ser paciente, pues por
mucho que tú pongas, si la montaña no se deja, poco se puede hacer.
Y pareciera como si el GII tuviera vida propia y estuviera jugando
con nosotros, cuales pequeñas hormigas, mostrándonos la posibilidad
de buen tiempo, arrebatándonosla en las narices cuando hemos hecho
ya mucho esfuerzo, haciéndonos renunciar y hundiéndonos a cada
intento frustrado. Lo ha conseguido con todas los demás
expediciones…
De vuelta en un base vacío,
vemos como la nieve y el viento persisten, y los partes no nos traen
ninguna mejoría. Pasamos los días como mejor podemos, saliendo a
tomar el sol las pocas veces que éste hace presencia.
Acompañando a nuestros
cocineros en su música y costumbres baltíes.
Viendo como el potente
viento en altura, coletazos del jet stream, hacía imposible es
ascenso cuando las condiciones de humedad mejoraban. Siempre era la
misma dinámica; maldito viento suave del suroeste que traía humedad
y con ella nubes y nieve. Y si el viento aumentaba y retiraba las
nubes, con una componente más oeste, era tan fuerte que hacía
inviable acercarse siquiera al campo 3.
(potentes vientos en altura
sobre el GI)
ATAQUE DEFINITIVO A CUMBRE.
Aquella vez, fueron 8 días
en el campo base esperando un poco de buen tiempo, viendo como día
tras día las nevadas acumulaban más y más nieve en la montaña,
como las cuerdas fijas se irían enterrando, como los fuertes vientos
amenazaban con arrancar nuestras tiendas como ya hicieron con las dos
de la expedición coreana. Estábamos ya llegando a nuestro límite
de tiempo en el campo base. De tiempo, de alimentos, de material, de
ánimo, de fuerzas… Y los partes meteorológicos que nos enviaban
desde España no daban más que maldito viento del suroeste, y
maldita humedad. Cada día al despertarte en tu tienda, veías esa
luz blanquecina que te susurraba al oído, “vuelve a estar nublado…
Vuelve a nevar…”. Y nieve y más nieve, que borraba la huella que
tanto nos había costado abrir en el anterior ataque, cargado la
montaña y haciéndola peligrosa por avalanchas, hundiendo nuestros
ánimos poco a poco.
Decidimos entonces, tras una
semana nevando y con una ligera mejoría de tiempo, que ese sería
nuestro ataque definitivo a cumbre. Pasara lo que pasara, teníamos
que subir al C2 (6.500 m) a por las tiendas y material, junto con
todo lo acumulado en el C1. A las malas, subiríamos a recoger
nuestras cosas y nos largaríamos de esta maldita montaña que este
año no nos había permitido nada; ni el más mínimo resquicio de
bondad u opciones de cumbre.
Quinta vez que subimos por
este glaciar, en el que las grietas han cambiado, se han hecho
enormes, se han abierto por todos lados. En cada trayecto metes la
pierna varias veces en grietas, te desequilibras muchas otras, te
hundes, te desgastas. Curiosa sensación al hundirte con una pierna
en la nieve, e intentar clavar los crampones en la pared de la grieta
viendo como la pierna bascula en el vacío sin encontrar ninguna
resistencia y te sabes, sobre un puente de nieve que cubre una
gigantesca grieta.
Pero hay que seguir
avanzando, quemar nuestras últimas naves; no tenemos más opciones.
El viento en altura nos da la bienvenida cuando alcanzamos a ver el
circo de los Gasherbrum…
Seguimos hacia el C1.
En el cual ya no se
encuentra nada más que nuestras tiendas, cubiertas de nieve y
soledad.
Soledad que recorre este
circo empujada por la suave brisa que lo barre al atardecer…
Montañas enormes cargadas de nieve, para nosotros solos…
Sin duda, poder escalar en
GII en estas condiciones es todo un contratiempo, pero también un
lujo. Pocas veces puedes tener un ochomil para ti solo, aunque de
primeras eso no sea para nada una buena noticia. Estamos escalando
sin huella, con cuerdas enterradas, con riesgo de avalanchas, sin
nadie que nos pueda ayudar arriba si hay algún contratiempo, y con
tiempo inestable y malo. Hay que asumir muchos compromisos, que
afrontamos con determinación. Si alguien tiene un problema allí
arriba, será muy difícil prestar algún tipo de ayuda…
Al día siguiente, subimos
de nuevo al campo 2 donde nuestras tiendas han aguantado bien. Es una
escalada dura abriendo huella en la banana ridge, que hoy es más
vertical y vertiginosa que en ninguna otra ocasión…
Cae el sol sobre el GI…
A la mañana siguiente,
sigue el viento en altura aunque disminuyendo a niveles razonables
para poder escalar. Es cuando por fin, tras 30 días desde que
llegamos a CB, conseguimos superar los 6.500 m; el campo 2. Un mes de
trabajo, frustraciones, cansancio… Al fin nos adentramos en lo
desconocido, donde verticales y largas paredes de hielo vivo nos
hacen sufrir y machacar nuestros gemelos, que no tienen ningún hueco
donde apoyar todo el pie y poder así descansar.
Vamos alcanzando los 7.000
metros y el cansancio empieza a hacer mella, aunque vamos decididos,
contentos por haber llegado al fin al C3 (7.050 m).
El Masherbrum.
Nuestra tienda del C3.
Este día hemos subido
cargados 550 metros de desnivel, desde 6.500 m hasta 7.050 m,
habiendo abierto huella desde el campo base dos días antes. Hemos
llegado al C3 por la mañana y, debido al poco tiempo que nos queda y
que los partes anuncian un empeoramiento (aún más) del viento y la
nubosidad en un par de días, decidimos prescindir del campo 4, a
7.400 m, y atacar esa misma noche la cumbre desde el C3. Será un
ataque largo con nieve mala y sin huella, pero estamos dispuestos a
intentarlo.
A las diez de la noche,
después de haber intentado descansar y haber preparado agua y la
comida de ataque, salimos para cumbre. Confiábamos en que el camino
entre el C3 (7.050 m) y el C4 (7.400 m) sería fácil, pero tramos de
mixto muy sucio y cuerdas rotas y empalmadas de otros años nos
quitaron esa idea al primer contacto con ellos. Recuerdo la confusión
debida a la altura, nueva para mí que jamás había estado por
encima de 7.100 m, y las chispas que soltaban los crampones al
escalar sobre la roca, la oscuridad, la extenuación y el frío
mientras ascendíamos los duros pasos de mixto con roca descompuesta
y poco estable.
Destrozando aún más mis
manos, saqué mi cámara y me decidí a inmortalizar aquellos
momentos cuando la luz del amanecer bañaba todo el Karakorum. Sabía
que en poco tiempo entrarían como siempre las nubes, y lo taparían
todo.
A medida que subía el sol,
el viento aumentaba su fuerza. La ventisca levantaba la nieve por las
durísimas palas por las que escalábamos hacia la brecha que da
acceso a la cara este. Por supuesto, escalamos sin oxígeno
artificial y sin porteadores de altura o sherpas, en un estilo puro y
limpio como ya es difícil de ver en el himalayismo, cada vez más
colmado de expediciones comerciales.
Poderosos vientos en altura…
El GII no desea ser
escalado.
Cruzando la brecha hacia la
cara este el viento casi nos arrancaba de la montaña, por lo que
decidimos resguardarnos en una zona protegida y esperar a que
amainara un poco. Estamos a 7.750 metros, una cota muy peligrosa en
la que detenerse. Además, habíamos preparado el agua necesaria para
atacar la cumbre y volver y no podíamos hacer más al no llevar gas
ni sales para aportarle a la nieve derretida, por lo que cada hora
que pasaba nos íbamos deshidratando, la altura nos iba machacando, y
la somnolencia debida a la hipoxia iba en aumento…
Vertiente china al llegar a
la cara este, más despejada y protegida que la vertiente pakistaní.
Nubes entrando por el
Karakorum.
El viento no daba tregua y
no dejaba opción alguna, por lo que decidimos esperar una mejora en
las condiciones.
Llevo las botas destrozadas
de cramponazos de esta y otras expediciones, que no ayudan a mantener
los pies calientes.
Y cuando las nubes se abrían
un poco hacia la vertiente china e india, un paisaje abrumador surgía
ante nosotros bajo el constante azote del viento sobre nuestras
cabezas.
Si nos asomábamos a la
vertiente sur, hacia el Karakorum, nubes y potentes vientos del
suroeste no dejaban opción alguna de cumbre.
En este panorama, las
posibilidad de sufrir un edema cerebral o pulmonar se incrementan
mucho, por lo que tras 7 horas de espera, ya apenas sin agua y muy
tarde ya, la 1:30 p.m., (tener en cuenta que un ochomil se debería
alcanzar por la mañana, para estar a medio día en la seguridad de
algún campo de altura) decidimos hacer un intento desesperado a
pesar de que el viento seguía aullando en la cara sur. Eso, o
bajarnos definitivamente.
Es extraño verte escalando
verticales palas de nieve virgen, sin huella, cuerdas fijas o seguros
(nadie había llegado hasta allí), con tiempo incierto, muy tarde y
bajo los efectos de la hipoxia y la deshidratación.
Cuando superamos el nivel de
las nubes, miré hacia la derecha y volví a ver China despejado, lo
que me animó.
Hacia la izquierda, un
enorme mar de nubes cubría todo el Karakorum sobre el cual,
comenzamos a escalar al sol. Por encima de nuestras cabezas, enormes
cortinas de ventisca surgían de la arista cimera, avisando de que en
cumbre, el viento sería feroz…
Muy cerca de la arista,
superando ya la barrera de los ochomil metros…
Y al fin accedimos a la
arista cimera, la cual es un auténtico filo de navaja con patios de
varios millares de metros de caída a ambos lados… Mucho más
vertiginosa y afilada de lo que hubiéramos pensado.
Arista que cabalgar, en la
que sentarse a horcajadas, con una pierna en cada vertiente.
La ventisca es soportable
arriba, así que asegurando al primero, equipamos la arista.
José E. carboné con el
Broad Peak y el K2 al fondo.
Van llegando los demás
compañeros.
Y así, contra todo
pronóstico, habiendo afrontado muchos problemas, malas condiciones
meteorológicas y siendo ya muy tarde, comenzamos a dar nuestros
últimos pasos en nuestro ataque a la cima del GII. Habíamos
apostado muy alto, y asumido el compromiso bajo condiciones críticas.
Pero somos alpinistas; para eso vamos a las montañas. Peleamos como
leones, y el 31 de julio a las 5 de la tarde conseguimos al fin la
cumbre del GII, a 8.035 m.
Es difícil expresar con
palabras qué se siente al llegar a una gran cumbre como esta, y más
aún al haberlo conseguido como lo hicimos. Estar a las 5 de la tarde
en la cima de un ochomil supone para muchos un intento de suicidio,
pues asumes un arriesgado y terrible descenso por la noche, pero
nosotros no tuvimos más opción que renunciar a la cumbre, o pelear
como verdaderos alpinistas.
Desde la cumbre, y bañados
por la luz anaranjada del atardecer, surgían los demás ochomiles de
esa zona del Karakorum (K2, Broad Peak, Gasherbrum I), con toda la
vertiente pakistaní cubierta de nubes y China e India más
despejado…
El K2…
China.
Vamos llegando todos,
cabalgando la arista.
A esta cumbre afilada y
pequeña que hemos deseado y peleado tanto y durante tantos días…
Es el reino de la hipoxia,
del agotamiento, de la confusión y la felicidad…
El sol bajaba cada vez más,
proyectando la sombra del GII sobre el mar de nubes que cubría el
Karakorum, el mar al que en breve, deberíamos comenzar a bajar.
La luna ya sube por el
horizonte. Es hora de empezar el descenso; el verdadero ascenso.
El descenso, tal y como
estaba previsto, fue muy duro y frío, pues al poco tiempo de
comenzar a bajar el sol se puso y la oscuridad comenzó a bañarlo
todo. Rapelando la brecha hacia la cara sur, la noche era ya total.
Sufrimos mucho hasta llegar al campo 4 (7.400 m) donde una tienda
llena de nieve y destrozada había aguantado sin embargo el envite
del viento. Hasta allí habíamos porteado durante el ascenso el día
anterior una botella de gas y un hornillo pequeño. Tuvimos suerte de
encontrar además un sobre de algo parecido al “tang” con lo que
pudimos hacer algo de agua e hidratarnos. Era ya muy tarde, pasadas
las doce de la noche, y decidimos permanecer allí apretujados y
machacados a que amainara el viento que ya de madrugada empezó a
soplar.
En cuanto hubo algo de luz y
el viento lo permitió (a pesar de que seguía soplando), comenzamos
el descenso de los rápeles por la zona de mixto que conduce al C3.
Nos percatamos además como el C4 es una zona desolada por el viento,
repleta de jirones de tiendas arrancadas por éste… La noche
anterior no pudimos observar nada de esta zona.
(C3, C2 y C1 siguiendo la
ruta arista abajo)
El descenso será
terrible... Dos días cargando las mochilas con todo el material que
tenemos en la montaña, haciendo un depósito en el campo 1 que
perderemos más tarde por ser imposible una subida posterior debido
al mal tiempo, y cruzando por maldita última vez un glaciar ya muy
roto y traicionero, con grietas de pánico que hay que superar,
saltar, cruzar…
Pero tras dos días de
durísimo descenso, con principios de congelación en dedos de pies y
manos pero sin ningún riesgo, y muy consumidos tanto física como
mentalmente, llegamos al fin a la seguridad del campo base donde
supimos que realmente habíamos escalado el GII. Tres días de mal
tiempo y fuertes nevadas que cubrieron nuestras tiendas fue la ira
del GII sobre nosotros por haber alcanzado su cumbre, pero ya poco
nos importaba. Tan sólo esperábamos que llegaran los porteadores y
caballos para recogerlo todo y marchar al fin, a casa…
Aquel día, a pesar de que
nos nevó mucho camino de Concordia, todo era extenuación y
felicidad a partes iguales. Volvemos a casa con la cumbre del GII, y
menudo GII hemos escaldo este año…
El paso del Gondogoro La
está cerrado a porteadores por mal tiempo y riesgo de avalanchas,
por lo que nos tocará recorrer de nuevo todo el glaciar Baltoro, y
hacerlo además en 3 días porque no tenemos más tiempo hasta coger
nuestro vuelo internacional. Serán días durísimos, en los que
exprimir nuestras últimas energías.
Pero volvemos a casa, sanos,
enteros y amigos.
Es ahora, después de todo
lo que allí pasó, después de descansar de toda aquella tormenta,
cuando empiezas a valorar y darte cuenta de todo lo que allí
ocurrió. Es el momento para compartirlo con los tuyos, para
disfrutar de esta expedición al fin. Es el momento para ser feliz
por lo acontecido, en mi caso, una enorme experiencia personal que me
hará crecer por supuesto como alpinista pero también, como persona.
Desde aquí agradecer a
todos mis compañeros de expedición los buenos momentos que hemos
pasado juntos y en especial a Fernando, por haberme invitado a formar
parte de este grupo. Un abrazo a todos, salaos. Nos veremos en otras
montañas, seguro.
Otro abrazo enorme a todos
los míos que sufren mis expediciones, mi entrenamiento, mi
distancia. Ahora he comprendido que la preparación de grandes
montañas puede arrebatarte algo más que tu tiempo.
Y por supuesto, un abrazo a
todos los que leéis esto.
Hasta otra.
Expedición realizada en
verano de 2012.
Miguel Navarrete
Septiembre del año 2017
Ha valido la pena esperar... Qué maravilla de reportaje Miguel
ResponderEliminarGracias compañero. ¡Me alegra que te gustara! Ahora, a hacer de cada montaña, una expedición excepcional. Un abrazo.
EliminarNice to see your expedition details and nice pictures. We welcome you to climb any other 8000m peak in Karakoram next year again.
ResponderEliminarThanks dude!
EliminarCampeón! Como siempre, la destreza de tu pluma, ese saber expresar sentimientos tan íntimos a borbotones y contagiar tu pasión en cada punto y en cada coma, has conseguido emocionarme, aunque hayan pasado ya cinco años. Una suerte el haber podido compartir esta brutal experiencia contigo! Un abrazo enorme!
ResponderEliminarLo dicho, suerte mutua, y sobre todo mía, de poder compartir cordada con vosotros. Enorme expedición, pero sobre todo, enorme calidad humana del equipo que nos juntamos. ¡Ojalá nos veamos pronto, amigo! Otro abrazote.
EliminarEspectacular! Llego a tu blog por otras piadas que has colgado y me encuentro con ésto...me ha encantado el relato, las fotos y ese GII tan bien peleado. Saludos!
ResponderEliminarGracias, compañero. Un placer compartir con vosotros estas experiencias.
EliminarUn abrazo.