Reino de las montañas Altai

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jueves, 3 de noviembre de 2016

Selva de Irati, valle de Ordesa y Monte Perdido


El otoño sigue su curso y, aprovechando unos días de descanso, decidimos poner rumbo al norte, a disfrutar del otoño en latitudes estos días más coloridas. Tras una parada obligada en Logroño (gracias Pepe por tu hospitalidad y amistad, como de costumbre), continuamos hacia Ochagavía, donde dormiremos para recorrer la selva de Irati al día siguiente.



El arte y la alegría vienen siempre con nosotros, vayamos donde vayamos.


Tras disfrutar de la gastronomía local y el buen vino navarro, por la mañana ponemos rumbo a Irati, a disfrutar del otoño en el segundo hayedo-abetal más extenso de Europa...








Nos despedimos de Irati poniendo rumbo a los Pirineos aragoneses, rumbo al valle de Ordesa y su guardián, el Monte Perdido.


Tras llegar de noche a Torla y no "entender nada", disfrutamos de una gran cena y a la cama, que al día siguiente comienza la aventura...


Llegamos temprano a la pradera de Ordesa y ultimamos las mochilas (mochilones, pues no hay sitio en el refugio de Góriz y toca subir tienda, sacos, aislantes, material y ropa...). Tras remontar la empinada Senda de los Cazadores, alcanzamos la Faja de Pelay por la que recorreremos el valle camino del circo de Soaso.








Un poco más adelante, damos vistas al fin a nuestro objetivo del día siguiente; el Monte Perdido (3.355 m).



Una vez alcanzado el circo de Soaso, remontamos las pendientes que se dirigen a Góriz, lugar donde acamparemos.


Mientras, el valle de Ordesa va quedando a nuestros pies.


Llegamos finalmente a Góriz donde rápidamente montamos nuestra tienda y nos disponemos a disfrutar de los últimos rayos de sol con unas buenas cervezas. Hay que hidratar, y nada mejor que un lugar con buenas vistas para reponernos.



Tras una suculenta cena, cae la noche y nos disponemos a dormir pronto, pues a las 4:45 am sonarán nuestros relojes y habrá que empezar a recoger todo para salir camino a la cumbre. Dejaremos en Góriz la tienda, sacos y aislantes, y proseguiremos con el resto de material.


Son las 5:40 am cuando comenzamos la aproximación a los muros que defienden el Lago Helado. Hay luna nueva, por lo que la oscuridad es total. Con la ayuda de nuestros frontales, intentamos divisar hitos de piedra que nos orienten en la negrura de la noche.


El amanecer nos sorprende, por suerte, al llegar al primer muro. Sin dudar, la gitanilla valiente se encarama a este y lo supera sin problemas, siempre con una sonrisa en la cara y mucha ilusión.


Continuamos a través de la Ciudad de Piedra camino del segundo muro. Abajo, el valle de Ordesa comienza a despertarse... 



Alcanzamos las primeras pendientes de nieve antes del tercer muro, que lo superamos casi con ansia para llegar ya a Lago Helado y acometer el ascenso de la Escupidera. Al fondo, el mundo duerme bajo un mar de nubes mientras nosotros proseguimos hacia la cumbre.




Ya en Lago Helado, nos colocamos las botas y crampones y sacamos los piolets. Con unas cintas y unos mosquetones fabrico un par de arneses de fortuna y nos encordamos, listos para iniciar el ascenso final. Nos advirtieron en el refugio que la nieve está muy dura y hay mucho hielo en la parte superior de la canal, por lo que no dejaré ningún margen a la improvisación. 


Remontamos las primeras pendientes por una arista de nieve camino de la parte central de la Escupidera.



Hasta que finalmente nos metemos en la canal. Nieve durísima que no permite una caída sin conocer de primera mano la técnica de autodetención. Cuerda siempre tensa y pasos tranquilos y certeros, sintiendo como los crampones muerden y se clavan en la superficie helada.


Y hacia arriba, las partes más empinadas de la Escupidera, junto con los resaltes de roca y hielo en sus últimos 150 metros. Empieza la diversión... 



Una vez alcanzada la última parte, el hielo es el protagonista. No habrá más fotos en esta sección pues mis dos manos estarán pendientes de cuerda y piolet, asegurando en cada paso a mi compañera de viaje.


Tras sufrir un poco y batallar contra el hielo, salimos al hombro del Perdido desde el que accedemos finalmente a la cumbre...


3.355 metros escalados en unas condiciones de nieve durísimas. Enhorabuena, gitanilla. 


Desde la cumbre, nos disponemos a disfrutar de las vistas en un día de tiempo espléndido...

El Soum de Ramond


El valle de Ordesa


El cañón de Añisclo


Felicidad y tranquilidad en cumbre, con el Cilindro de fondo y el Lago Helado a nuestros pies. En último plano, el macizo del Vignemale.


Tras unos momentos disfrutando de la cima, volvemos a la escupidera y acometemos un descenso delicado. Tocará descender la mayor parte de los tramos de nieve/hielo de cara a la pendiente, clavando fuerte el piolet y bajando con calma, con las puntas de los crampones, asegurando en los pasos más comprometidos. Una vez dejamos atrás los tramos de hielo y volvemos a la nieve dura, descansamos un poco para recuperar el aliento y seguir hacia abajo, más relajados y rápidos ya, camino de Lago Helado.




Allí, nos desencordamos, quitamos botas y material e iniciamos un descenso meteórico camino de Góriz donde recogeremos todo el material y continuaremos hasta la Pradera donde cargar el coche y poner rumbo a Huesca. Un largo día con una actividad de más de 13 horas ininterrumpidas..., pero con la cumbre en la mochila.


Recorremos los últimos kilómetros disfrutando de los colores y olores del bosque que se perciben mucho mejor, una vez se dejan atrás las cimas...







Viaje realizado en otoño de 2016. Buen estreno en alpinismo invernal, guapa.



Miguel Navarrete
Noviembre de 2016