Reino de las montañas Altai

Reino de las montañas Altai

viernes, 22 de marzo de 2013

Nevado Ojos del Salado (6.934 m). Ascenso al volcán más alto de la Tierra



Los Andes... Hacía tiempo que había soñado con esa cordillera. Y después de escalar el monte Elbrus en los Cáucasos aquel mismo verano, me decidí a probar suerte en alguno de los colosos andinos. Buscaba altitud extrema, por lo que todas las miradas se posaron en Aconcagua. Pero francamente no me apetecía otra montaña comercial, llena de expediciones. Y existe otra montaña en Andes, de altura similar al centinela de piedra, y totalmente aislada y solitaria; el nevado Ojos del Salado (6.934 m, III Región, sector andino de Atacama, Chile. Volcán más alto de la Tierra). Ubicado en el corazón del desierto de Atacama , en esta zona los Andes no forman un cordón montañoso sino que se elevan sobre un altiplano enrome a unos 4.500 m de altitud del que emergen, aislados y solitarios, enormes volcanes. Es un paisaje diferente, sin duda. Pero esta montaña guarda a fuego su reputación...

Hay varios factores a tener en cuenta en el Ojos antes de acometer su ascenso. El primero, es un zona de bajas presiones a nivel de la troposfera sobre el desierto de Atacama y Andes centrales, que hace reducir la presión parcial del oxígeno y por tanto, reducir un poco más su disponibilidad, haciendo que los grandes seismiles de esta zona se comporten como pequeños sietemiles a efectos de oxígeno disponible. Asimismo, la ausencia de vegetación en cientos de kilómetros a la redonda que emita un mínimo de oxígeno a la atmósfera agudiza mucho este efecto. Es la llamada “puna” del Atacama, que se hará notar con fuerza en nuestras cabezas... Otro factor es la extrema aridez del entorno (el Atacama es la región más árida de la Tierra), que pasará factura en nuestras gargantas y mucosas. Aquí es necesario beber de 4 a 6 litros de líquido al día pues te deshidratas con el simple hecho de respirar. Por último, y en consecuencia de este segundo factor, el agua para consumo no existe en toda la expedición, a excepción de los últimos días donde cogerla de campos de penitentes y viejos neveros, pues estos colosos presentan muy poca nieve fuera de su época invernal (incluso ahora, en primavera austral que es cuando yo fui, tan sólo encontrabas neveros en las partes altas. Es extraño ver estos montañones de más de seismil metros desprovistos de nieve...). Este hecho hace que se deban transportar toda el agua desde el inicio de la expedición, acortándose por tanto los días de la misma por simples problemas logísticos. Si para Aconcagua se suelen emplear de quince a veinte días para su ascenso, o en cualquier ochomil unas tres semanas para alcanzar la cota 7.000 m, en el Ojos del Salado deberemos hacer el ataque a la cumbre en tan sólo diez días. Aquí el período de aclimatación se reduce bastante y se reducen, por tanto, las probabilidades de conseguir la cima, al tiempo que se elevan las opciones de sufrir algún episodio agudo de mal de altura que pueda generar, en última instancia, un edema cerebral o pulmonar. Aquí uno se prepara a conciencia para lo que viene y, si el cuerpo aguanta el envite, tal vez consigas la cima.

Pero en eso no pensábamos cuando, durante los días de aclimatación, íbamos quedando maravillados por los impresionantes paisajes que este duro entorno muestra a los expedicionarios.


Laguna Santa Rosa (3.700 m)

Flamencos andinos. Sin duda, todo un paraíso en los altiplanos del Atacama

Potentes vientos en altura

Potentes vientos y poderosas nubes lenticulares sobre la laguna Santa Rosa

Tras pasar un primera noche en valle chico y otra en la laguna Santa Rosa, continuamos nuestro proceso de aclimatación ascendiendo al pico Ocho Patos, de 4.980 m de altitud. Aunque evidentemente en las fotos no se aprecia, el viento en el Atacama es implacable. Todos los días a media mañana se levantaba un fuerte viento que nos acompañaba todo el día hasta entrada la noche en que volvía a calmarse un poco. Día tras día, segundo tras segundo, el viento nos azotaba y nos machacaba poco a poco, de ahí el interés de hacer estas marchas de aclimatación temprano en la mañana, para que el viento nos pillara llegando a cumbre y en la bajada...


Alcanzando la cima del Ocho Patos (4.890 m). Días de aclimatación

Cima del cerro Ocho Patos (4.890 m). Al fondo, el salar Maricunga

Notando cada vez más los efectos de la puna en nuestros cuerpos, continuamos nuestro progresivo ascenso hasta el siguiente campo de altura, localizado en la Laguna Verde, a 4.350 m. Otro duro reto que soportar pasando la noche a esas cotas y bajo las durísimas condiciones que imprime el Atacama.

Laguna Verde (4.350 m)

Laguna Verde (4.350 m). La aridez de este lugar no permite errores


Qué dolor de cabeza... Al dormir, nuestro ritmo cardíaco y respiratorio disminuye, por lo que el cerebro es regado con menos oxígeno aún, y al levantarte, una espesa masa densa y consistente, como si fuera una bestial resaca, acompaña cada movimiento de tu cabeza golpeando fuerte en la frente al ritmo de tu pulso, cada vez que te mueves... Yo no tomaría aún analgésicos, pues debía acostumbrar mi cuerpo a este dolor o si no, en los siguientes campos de altura sería insoportable. Dormir la cuarta noche a 4.350 m, y bajo el aplomo de la puna, iba a pasar factura en nuestras cabezas. Por mi parte, desde esta noche iba a tener dolores continuos por la noche y al despertar, que los calmaba bebiendo mucho líquido y comiendo abundantemente en el desayuno. Y es curioso porque en Elbrus, durmiendo a 3.700 m y 4.050 m, no tuve ningún problema. Cuando preguntabas a alguno de los locales, su repuesta era siempre la misma: la puna del Atacama. Y en verdad que se hace notar... A partir de aquí, la obsesión por beber líquido iría en aumento, y te pasabas el día bebiendo lo que fuera, para intentar aplacar la sequedad de mucosas y el dolor de cabeza. Aquí la altura se nota más que en cordilleras más húmedas, como la Blanca en Perú o la Real en Bolivia, o en cotas similares en Pamir o Himalaya. Francamente, es un ambiente bastante duro.


Entorno de Laguna Verde
Entorno de laguna verde. Al fondo, la mole del Ojos del Salado


Al día siguiente nos levantamos temprano y nos dispusimos a alcanzar la cota 5.500 m en las faldas del cerro Mulas Muertas, de 5.897 m. No iríamos a la cima por no realizar un desgate excesivo (más de 1.500 m de desnivel trabajando ya a esa cota, además de encontrarse muy lejos debido a que la cumbre se encuentra en el extremo opuesto de un enorme plató cimero), ni porque el viento estaba aquellos días totalmente intratable. Viento muy fuerte. Y no a rachas, sino viento continuo... Viento, viento, siempre viento... Pero las vistas de la laguna merecieron la pena (fotos: en las faldas del Mulas Muertas, a 5.500 m)


Laguna Verde vista durante el ascenso al Mulas Muertas

El Incahuasi (6.638 m) y el cerro El Fraile (6.060 m) vistos desde 5.500 m en el Mulas Muertas

Descendiendo a la lugana en mitad del vendaval 

Cae la noche en Laguna Verde


El dolor de cabeza no remite al despertar aunque pasen los días, aunque me siento muy bien después de desayunar e hidratarme bien. Todo marcha bien, por ahora. Este día lo dedicamos a recoger el campamento y ponernos rumbos al verdadero objetivo de esta expedición; ¡al fin nos dirigimos hacia la base del Ojos! El campo Atacama, a 5.200 m de altitud, nos espera...


Nevado Ojos del Salado (6.934 m)

No hay carreteras sino direcciones en el Atacama... El coloso nos espera.

Camino del Ojos...

Nada más llegar al campo base comenzamos a montar las tiendas pues el viento no hacía más que empeorar. Levantábamos nuestras tiendas sobre arena fina y muy fría, con el perfil del poderoso nevado Tres Cruces (6.749 m) al fondo. Todo un paraje curioso, sin duda. Tras una rápida cena y cuando el sol se hubo ocultado, notamos con fuerza el brusco descenso de temperatura de estar 1.000 m más arriba que en nuestro anterior campo... Un frío bestial recorría el campo Atacama cada vez que el sol dejaba de bañarnos con su luz, a la vez que el viento hacía descender mucho la sensación térmica... No había más que hacer que estar dentro del saco, e intentar descansar... Esta era nuestra primera noche a 5.200 m; a ver qué tal se daba...

Campo base Atacama (5.200 m)


Mala. No, peor. Una noche horrible nos acompañó a todos, incluidos los guías locales, en nuestro primer contacto con el campo Atacama. Además, la aridez de entorno se hizo notar muchísimo y amanecimos casi todos con las gargantas arrasadas. Y al incorporarte en el saco, para empezar a vestirte, el terrible dolor de cabeza acompasando cada movimiento de mi cuerpo, cada pulso de mi acelerado corazón... Qué mal momento ese de levantarse, y salir de la tienda. Aquí, cualquier movimiento costaba mucho, cualquier desplazamiento, cualquier suave pendiente del terreno parecía una cuesta enorme. Aquí la puna era una losa que caía a plomo sobre nuestras cabezas... Pero todo mejoraba después de desayunar y beber mucho líquido. Beber, beber, beber... Siempre igual, son las leyes del Atacama.

Esta mañana, una persona de la organización, que había estado ya dos veces en la cima del Aconcagua, junto con dos de los compañeros italianos que nos acompañaban en la expedición, tuvieron que ser evacuados a Copiapó al presentar unos niveles de saturación de oxígeno en sangre muy bajos y un "apunamiento" bastante severo. De haber seguido en altura, habría desarrollado un principio de edema, por lo que se perderán el resto de expedición... Al mismo tiempo, dos suizos que se había dado la vuelta a 6.600 m por problemas de altura, tuvieron que ser rescatados y estabilizados con oxígeno en el campo base por encontrarse en las últimas. Ese fue el recibimiento que nos dio el Ojos en su base. Nos advertía, nos mostraba su cara más dura, para que fuéramos preparándonos para la batalla.

Después del desayuno nos preparamos para hacer el porteo de material y comida al campo de altura Tejos, a 5.830 m, en lo que se iba a convertir para mí en la mayor altura alcanzada hasta la fecha. Cargamos nuestras mochilas, preparamos el equipo, y nos pusimos en marcha...


Campos de penitentes en las proximadedes del campo Tejos (5.830 m)

Tras el porteo de materiales bajamos de nuevo al campo Atacama donde dormiríamos y al día siguiente saldríamos decididos hacia la cumbre. Tras llegar de nuevo al campo Tejos y hacer toda el agua necesaria y los demás preparativos, nos fuimos a los sacos a intentar descansar todo lo posible antes de nuestro ataque definitivo a la cumbre.


Son las 00:45 a.m. cuando suenan nuestros relojes y empezamos a preparar el “desayuno”. Hay que calentar agua, y eso llevará mucho tiempo... Tas comer lo que pudimos y preparar y revisar el quipo, sobre las 2:15 a.m. salimos para cumbre. La mayoría de los compañeros tomaron “cosas...”, fármacos para prevenir el edema y mejorar la aclimatación, aunque yo opté por una ración doble de galletas con membrillo que fue lo que desayunamos (más bien se podría decir "cenamos" a las horas que eran...). Si mi cuerpo no era capaz de aguantar por sí solo lo que se me venía encima, simplemente me daría la vuelta contento por el intento realizado.

Tenemos buena temperatura; -20 ºC, bajando la sensación térmica a -25 ºC, -30 ºC cuando soplan rachas de viento. Esta temperatura nos acompañará toda la noche, subiendo a -15 ºC al salir el sol. Para estar a la altura que estamos y ser aún primavera austral, no nos podemos quejar.

Paradójicamente, hoy me he levantado sin dolor de cabeza, y sintiéndome muy bien, a diferencia del resto de mis compañeros. Pero, por el contrario, nada más empezar a caminar me siento muy cansado, y me cuesta mucho avanzar... “Joder, pienso, no me digas que me ha tocado estar mal el día de cumbre...” Pero parece que es así. A diferencia del resto de días, en los que iba muy fuerte, hoy mis piernas no quieren responder completamente, y empiezo a sentirme muy cansado.

Comenzamos el ascenso atravesando dos campos de penitentes que nos harán sufrir un rato. Estos son de pequeña altura, unos 80-100 cm, por lo que la idea de una caída aquí, en un campo de afiladas agujas de hielo, es totalmente desaconsejada. Al salir de estos seguimos el avance por una enorme pala de tierra y piedras hasta llegar a la zona de zetas que asciende paralela al glaciar hasta alcanzar su parte superior. Qué duro se está haciendo esta parte tan empinada... Son varias las veces que pienso en volverme, o quedarme sentado hasta que el grupo de italianos que salió un poco por detrás de nosotros me pillen, pero entonces me digo, “ánimo, chaval, espera al menos a que amanezca; el sol te ayudará”. Sí, el sol. Ay que fijarse metas, establecer distancias a recorrer. Y yo he decidido esperar al sol. Después ya veré.

Y poco a poco, los cerros comienzan a iluminarse y el cielo adquiere un bello color anaranjado... Ya viene el sol...


Amanecer camino de la travesía del viejo glaciar del Ojos


Nos encontramos por encima de 6.500 m, y la altura se nota mucho. Además, el terreno no puede ser peor... Piedra suelta sobre arena y ceniza, el típico terreno en el que subes tres pasos y bajas uno. Y cada vez que resbalabas, caías hacia el suelo, te frenabas con la mano, y esa masa densa y compacta de tu cabeza chocaba contra tu frente, y el corazón se disparaba, y te levantabas y volvías a subir, tanteando el terreno, y al hacer el impulso, la bota que vuelve a resbalar, el esfuerzo para no caer, un traspiés rápido, y el corazón que quiere volver a salirse del pecho... Y al levantar la vista, la enorme travesía que desde el glaciar, te da acceso al cráter del Ojos...



Dentro del cráter, bordeando el pequeño glaciar interior


Aquí ya dabas unos cuantos pasos y te parabas a respirar, muchas veces, pensando cómo sería posible no poder avanzar en un terreno de tan poca pendiente. Pero nos encontramos cercanos a los 6.800 m, y el cansancio acumulado se notaba ya mucho... Hicimos un pequeño descanso a la entrada del cráter, para comer algo y beber, y pensar cada uno cómo se encontraba. Por delante nos esperaban los últimos metros de ascenso y el último gran bastión que defiende la cumbre del Ojos del Salado: el muro de la torre oeste...



Zona de bloques. Vista de la quebrada entre el nevado Tres Cruces y el Cerro Vicuña

A diferencia del Aconcagua, el Ojos presenta un último paso técnico en su vía normal. Este es un muro sin mucha complicación técnica, que no pasa de III+, pero que al estar localizado a 6.900 m, hay que acometerlo con mucha decisión. Aquí no vale descuidar la respiración, la cabeza, las fuerzas. Una caída en este muro, a esta cota, supondría un compromiso muy serio...

Al llegar a la base del muro montamos cuerdas fijas y aprovechamos las viejas existentes. Todos subieron encordados, aunque yo no lo vi necesario. Eso sí, dejé la mochila abajo y me subí el arnés para bajar más tarde asegurado. Había llegado la hora de la verdad; la cima del Ojos esperaba 30 metros más arriba... Me encaramé al muro, y comencé a escalarlo... Había buenos agarres por casi todos sitios, pero la escalada vertical hacía disparar mi corazón. Respirar hondo, respirar hondo... Aquí no puedo desfallecer ni siquiera por un segundo; voy sin cuerda. Supero la primera parte del muro y encaro otra un poco más peliaguda, en forma de placa. Esta parte es un poco más técnica, con apoyos más distantes entre sí y bastante vertical, debiendo extremar la atención en cada moviendo, sin descuidar la respiración que atendiera a mi corazón que latía a muchas pulsaciones por minuto.

Pero cada vez que me siento más cerca de la cumbre mis fuerzas se renuevan. Me siento muy fuerte escalando el muro, y muy feliz. Poco a poco, metro a metro, la montaña va cediendo, y después de superar el muro accedo a la delgada arista cimera tras la cual, el horizonte se vuelve infinito y todos los días de expedición, todas las noches de insomnio, todos los momentos amargos, desaparecen para brindarte un espectáculo difícil de expresar con palabras... Al fin, tras muchas horas de durísimo ascenso, alcanzo la cima del nevado Ojos del Salado, a 6.934 m de altitud...


Cumbre del nevado Ojos del Salado (6.934 m)

Ante mí, todo el vasto desierto de Atacama congregando la mayor concentración de seiemiles de los Andes...


Cerro El Muerto (6.488 m) y al fondo a la derecha El Fraile (6.060 m) y el nevado Incahuasi (6.638 m)
Walter Penck (6.682 m)en primer plano y detrás a su izquierda en cerro Nacimientos (6.463 m). Al fondo el nevado Pissis (6.792 m), el segundo volcán más alto del planeta.
Cerro Vicuña (6.067 m)

Tras pasar unos mágicos momentos en cumbre aunque muy afectado por la hipoxia, comenzamos el descenso que se adivinaba muy largo y duro (y en efecto lo fue).


Durante el descenso, camino del campo Tejos
A la mañana siguiente, destrozados pero muy contentos, recogimos todo y pusimos rumbo a la costa, a descansar al fin a cero metros sobre el nivel del mar, huyendo de la devastadora altitud que había hecho mucha mella en nosotros. 

El Ojos queda atrás...

De vuelta a casa...

Podéis ver y leer el extenuante reportaje en el siguiente link:



Miguel Navarrete
Beirut, marzo de 2013

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