Primeros días...
Siete años pasaron desde mi última y primera visita a esta región tan especial del planeta. Y esta vez, además, sin expedición de por medio; tan sólo, el placer por recordar y acompañar. Y es que, lugares tan especiales merecen ser compartidos y explorados de forma conjunta. Las dimensiones del horizonte, de la roca y del hielo, se hacen tangibles de una forma diferente, tal vez más humana, tal vez menos idealista.
Era aún temprano en la mañana cuando aterrizamos en Katmandú, capital de este pequeño país de dimensiones infinitas. Tras el papeleo necesario en el aeropuerto y las negociaciones para conseguir un taxi, llegamos al siempre palpitante y enérgico barrio de Thamel.
Dos días en los que disfrutar de la capital y obtener los permisos de trekking necesarios para volar a Lukla y adentrarnos en el Parque Nacional de Sagarmatha.
Sin embargo, en este extraño año hidrológico, el monzón quiso retrasarse un poco. Y a pesar de estar ya bien entrados en octubre, la lluvia no cesaba. El aeropuerto de Lukla es, sin duda, uno de los más peligrosos del mundo, al constar de una mínima pista en cuesta donde aterrizar sobre un cortado de muchos centenares de metros sobre el cauce del Dudh Koshi. Tras bastantes siniestros en su historia, hoy día tan sólo se permite volar allí si las condiciones de visibilidad son óptimas. En aquellos días, no lo eran.
A partir de 2019, el aumento en el número de visitantes a esta zona hizo que el aeropuerto de Katmandú se colapsara en época pre y post monzón, por lo que desde entonces hay que desplazarse hasta la pequeña localidad de Ramechhap, a seis horas en autobús desde Katmandú, donde volar hasta Lukla. Una vez allí, y viendo cómo el tiempo seguía inestable, nos dijeron en el pequeño aeropuerto que ese día no habría ningún check-in; habría que esperar a una mejora en las condiciones meteorológicas. Hablando con unos y con otros, supimos que había gente que llevaba ya tres días esperando su vuelo, por lo que, como poco, nosotros íbamos a perder allí cuatro o cinco días en el mejor de los casos. Imposible de asumir por nuestra parte, con una panificación en tiempo tan ajustada.
¿Opciones? Ir en helicóptero; 400 USD por cabeza para un vuelo de quince minutos. Ochocientos dólares para llegar a Lukla debido a las lluvias. Se puede pagar, pero nos pareció completamente absurdo y abusivo. Bastante desanimados, comenzamos a hablar con unos y con otros, encontrando finalmente la última alternativa; dos días de transporte terrestre hasta Khari Kola y desde allí, una jornada a pie hasta Lukla. Perderíamos tres días con respecto a nuestra planificación inicial, pero era sin duda el mejor escenario posible. Además, accederíamos al parque de Sagarmatha por tierra, la manera más pura y natural de llegar a las montañas.
Aquella misma tarde nos pusimos en camino hasta llegar de noche a una pequeña aldea cuyo nombre no recuerdo (ni quiero recordar), donde pasar la noche como pudimos en una habitación llena de humedad, agua y arañas, y continuar al día siguiente hasta Khari Kola donde empezar el camino a pie.
Día 1. Khari Khola (2.090 m) - Surke (2.300 m).
Comenzamos a caminar cerca de la una de la tarde, con la esperanza de que el tiempo aguantase un poco y, según nos dijeron, con la certeza de que en 4-6 horas llegaríamos a Lukla. No sería para nada así. La lluvia hizo acto de presencia desde muy pronto, y cuando calló la noche, a eso de las cinco y media de la tarde, intentar ver algo a la luz de nuestros frontales era bastante complicado. Además, al no tener prevista esta ruta, no teníamos el track en el GPS ni habíamos podido estudiar un poco el recorrido.
Completamente empapados y muy cansados después de ocho horas de caminata, a través de 20 kilómetros y 1.700 metros de desnivel positivos y 1.600 negativos, perdiendo el camino varias veces, escuchando saltar animales en la oscuridad junto a nosotros, llegamos a la pequeña aldea de Surke, donde conseguimos algo de cena caliente y una habitación en un lodge. Después de tantas horas bajo la lluvia, ni nuestras chaquetas de Gore-Tex ni nuestros cubremochilas pudieron cumplir con su cometido, y tanto nosotros como la mayoría de nuestro material, sacos y plumas incluidos, llegaron mojados aquella noche.
A pesar de todo, el cansancio acumulado acabó por imponerse y caímos rendidos en nuestros sacos.
Día 2: Surke (2.300 m) - Phakding (2.610 m).
Al día siguiente nos levantamos con la idea de intentar llegar hasta Namche Bazaar y recuperar al menos así, un día de nuestra planificación. Pero el tiempo seguía intratable, sin cesar de llover, por lo que al llegar a Phakding, ya en la ruta prevista desde Lukla, decidimos parar a descansar e intentar secar todo lo posible nuestro equipo.
Además, paramos en el que sería el mejor lodge en que dormimos en todo el recorrido. Con un par de cuerdas empalmadas que llevaba junto con algunas cintas planas y mosquetones para improvisar arneses de pecho llegado el caso, montamos un tendedero en el que intentar secar un poco la ropa y material. Algo, por otro lado, complicado con aquel tiempo y el nivel de humedad en el ambiente.
Día 3: Phakding (2.610 m) - Namche Bazaar (3.440 m).
El día siguiente amaneció nublado, igual que los anteriores, pero al menos la lluvia no caía. Rápidamente nos pusimos en camino hacia Namche Bazaar, punto neurálgico de comercio en la región del Khumbu, y puerta de acceso a todos los valles del parque.
De camino, y antes de acometer la larga subida hasta la pequeña ciudad, cruzamos el puente Hillary, entre banderas de oración y acantilados de roca.
Finalmente llegamos a Namche donde disfrutar de su ambiente, gastronomía y pequeños cafés. A partir de ahora, estos pequeños lujos serán un poco más complicados de encontrar, disfrutándolos en estas dos noches que teníamos por delante en la ciudad.
Día 4: Namche Bazaar (3.440 m): punta de aclimatación en Khunde Ri (4.115 m).
Este día lo dedicamos a iniciar las primeras incursiones en cotas relativamente altas. Desde Namche, subimos a la aldea de Khunde, de nuevo bajo la lluvia. Dirigiéndonos hacia el monasterio de Chamkang, accedimos al pequeño sendero que asciende hacia el memorial de Edmund Hillary.
Desde allí, seguimos subiendo arista arriba hasta alcanzar los 4.115 m de altura. No seguimos subiendo más pues la lluvia empezó a arreciar más fuerte y era absurdo continuar. Desde aquí, podríamos haber contemplado ya muchos de los gigantes del Himalaya, pero las nubes y la lluvia seguían sin dar tregua alguna.
Contentos por haber rebasado la cota de 4.000 metros, comenzamos el descenso hacia Namche, entre barro y rocas resbaladizas. La previsión meteorológica mejoraba a partir del día siguiente, por lo que nos fuimos a los sacos confiando en poder ver el cielo azul y las montañas por las que habíamos viajado hasta aquí.
Día 5: Namche Bazaar (3.440 m) - Pangboche (3.985 m).
Al fin amaneció con tiempo estable. Todo hacía ver que el monzón se retiraba definitivamente. Sin tiempo que perder, comenzamos el ascenso hacia la parte alta de Namche, desde donde iniciar el sendero que nos llevaría hacia nuestro siguiente destino.
Y es al poco tiempo de dejar atrás Namche cuando, en un recodo del sendero y sin previo aviso, aparecen ante los ojos del explorador el Everest (8.848 m), el Lhotse (8.516 m) y el Ama Dablam (6.812 m).
Es sin duda una visión mágica, y más aún después de seis días seguidos de mal tiempo. Un poco más arriba, aparece el Kangtega (6.782 m), preciosa montaña que nos acompañará el resto de la jornada.
Everest y Lhotse...
Finalmente llegamos a Pangboche (3.985 m), donde pasaremos la noche camino del valle de Chukhung.
Día 6: Pangboche (3.985 m) – Dingboche (4.410 m).
El buen tiempo sigue presente, por lo que comenzamos el ascenso hacia Dingboche. Ante nosotros, el Everest comienza a desaparecer oculto tras la enorme muralla del Nuptse (7.861 m).
Continuamos el ascenso hasta llegar a la confluencia de los valles del Khumbu, gobernado por el enorme glaciar que desciende desde el Valle del Silencio, a los pies del Everest y el Lhotse, y el valle de Chukhung, nuestro siguiente destino, a los pies del Ama Dablam, Nuptse y la imponente cara sur del Lhotse.
Una vez en la aldea, y antes de comer, dejamos todo el material en el lodge y con una mochila mínima comenzamos el ascenso hacia la siguiente punta de aclimatación en la que rebasar, por primera vez, la cota de los 5.000 metros. Y a nuestros pies, la confluencia de ambos valles: valle de Chukhung.
Valle del Khumbu.
Tras alcanzar esta nueva punta, comenzamos el descenso disfrutando de las alucinantes vistas que nos ofrece la vertiente norte del Ama Dablam.
Incluso desde aquí, es ya posible contemplar en la distancia las regulares líneas del enorme Makalu (8.463 m).
Contentos por el ritmo de aclimatación, que nos ha permitido sobrepasar los 5.000 metros en nuestro sexto día de trekking, descendemos a Dingboche donde reponer fuerzas y pasar la tarde disfrutando de tan magnífico enclave.
Día 7: Dingboche (4.410 m) - Chukhung (4.730 m), y ascenso al Chukhung Ri (5.560 m).
Este día nos adentramos de lleno en el valle de Chukhung, zona en la que encontrar a mucha menos gente. Al ser un valle secundario alejado del valle del Khumbu, tan sólo algunas expediciones al Island Peak coinciden por esta zona. En nuestro caso, la idea es volver al Khumbu al día siguiente a través del salvaje Kongma La, paso situado a 5.535 m y uno de los puntos más altos de nuestro recorrido.
De cara a mejorar nuestra aclimatación frente al paso del Kongma, además de estar ya durmiendo a cierta cota, esa misma mañana decidimos escalar el Chukhung Ri, de 5.560 m.
Desde la antecima, una arista bastante descompuesta conduce hasta el promontorio desde el que poder contemplar el bonito Pumori (7.161 m), un viejo conocido.
5.560 metros, el segundo punto más alto que alcanzaremos en este viaje.
Cae la tarde sobre Dingboche, y la sur del Lhotse se tiñe de tonos ocres. Es hora de cenar algo caliente e intentar dormir.
Día 8: Chukhung (4.730 m) - Lobuche (4.940 m) por el Kongma La (5.535 m).
Dormir ya a cotas elevadas comienza a ser una odisea. Intentas descansar todo lo posible, pero a veces resulta difícil. Cuando dormimos, nuestro ritmo cardíaco y respiratorio disminuye, lo que se traduce en una menor oxigenación de nuestra sangre. Es por eso que, por las mañanas, la cabeza suele doler más al despertar hasta que no se consigue un nivel de aclimatación óptimo.
La gitanilla valiente, además, arrastra un buen resfriado desde los primeros días en los que llegábamos empapados a destino. Este hecho no ayudará en su aclimatación, que no se completaría hasta pasados un par de días. Sim embargo, nos enfrentamos a las mayores alturas del recorrido, junto con las noches a mayor altitud; serán un par de días duros para ella, que a pesar del dolor de cabeza y el cansancio fruto de la mala aclimatación, superará de la mejor manera posible.
Comenzamos el ascenso hacia el paso del Kongma, con el Taboche (6.495 m) frente a nosotros.
La enorme muralla de la sur del Nuptse (7.861 m). Sin duda, muy distinta visión de la misma montaña con respecto a la que tendremos días más tarde desde Gorak Shep.
El sector del Kangtega (6.782 m)...
El Lhotse (8.516 m) mostrando una de sus caras más espectaculares.
Ama Dablam (6.812 m).
Tras un duro ascenso por una pedrera muy descompuesta y con nieve en exposición norte, accedimos a la parte alta desde la cual, bordeando la serie de lagos que fuimos encontrando, dimos vistas al paso.
Tras unos últimos metros de trepada, coronamos el Kongma La (5.535 m), dando vistas de nuevo al valle el Khumbu y a su enorme glaciar.
Desde aquí, casi se podía acariciar el gigante Makalu. Con sus 8.463 m, es la quinta montaña más alta del planeta y, sin lugar a dudas, uno de los ochomiles más respetados.
Tras descansar unos momentos, comenzamos rápidamente el descenso, pues la jornada de hoy es bastante larga. Nos dirigimos a Lobuche, pequeño asentamiento que se ve aún muy lejos, centenares de metros más abajo y cruzando el enorme glaciar. Durante la primera parte del descenso nos calzamos unos minicrampones para poder acometerlo de manera más segura.
Desde aquí, tendremos que terminar el descenso por las pedreras, llegar al fondo del valle, superar la morrena lateral, cruzar el caos interno del glaciar y remontar y descender la morrena opuesta, antes de llegar a la pequeña aldea que se observa, minúscula, bajo el pico del mismo nombre (Lobuche, 6.145 m).
El espectacular Pumori (7.161 m), en el cruce interno del glaciar.
Aún quedarían muchas pedreras y montañas de detritos del glaciar, que fuimos dejando atrás poco a poco alumbrados por una luz cada vez más escurridiza de atardecer.
Día 9: Lobuche (4.940 m) - Gorak Shep (5.164 m), ascendiendo a Kala Patthar (5.644 m).
Hoy, tras una noche a casi 5.000 metros, nos disponemos a cruzar de nuevo los hielos y morrenas del Khumbu hasta el emplazamiento más alto del recorrido; Gorak Shep, a 5.164 metros. Este es el pueblo a mayor altura de la zona, aunque no se encuentra habitado todo el año.
De camino, el Pumori (7.161 m) y el Nuptse (7.861 m) nos acompañan, cada cual más espectacular.
Glaciares de seda...
A media mañana llegamos a Gorak Shep, donde localizamos una habitación en uno de los muy básicos lodges de la zona y, tras preparar una mochila con lo justo, nos encaminamos hacia Kala Pattar, el punto más alto de este viaje.
Kala Pattar, a 5.644 metros. Preciosa atalaya desde la que contemplar el Everest (izquierda) y el Nuptse (derecha).
Chumbu (6.859 m).
Everest (8.848 m).
Arista suroreste del Pumori (7.161 m), vía que intentáramos escalar sin mucho éxito en 2015.
Últimas luces de la tarde sobre los contrafuertes del Nuptse (7.861 m).
Hoy toca noche por encima de 5.100 metros, así que cuando el sol se puso tras las montañas, poco más hubo que hacer salvo cenar algo caliente e intentar descansar todo lo posible dentro de los sacos.
Día 10: Gorak Shep (5.164 m) - Zonglha (4.840 m).
Primera jornada de descenso de cota desde que empezamos el trekking, aunque seguimos manteniéndonos casi a 5.000 metros. Es el cuarto día que seguimos rondando o superando esta cota, y durmiendo muy cerca de ella. La aclimatación se va abriendo paso de manera lenta en Rocío, pero poco a poco se va sintiendo más fuerte, a pesar de las malas y largas noches. Por delante, otro paso y otra punta por encima de los cincomil. Sin embargo, la etapa de hoy será más cómoda que las anteriores.
Comenzamos temprano en la mañana descendiendo el glaciar del Khumbu de vuelta a Lobuche para, un poco más abajo, abandonar de nuevo este valle y encaminarnos hacia el Cho La, paso a 5.535 m hacia el valle de Gokyo. De nuevo volvemos a recorrer valles secundarios y poco transitados, donde disfrutar aún más de estos paisajes.
Y sin previo aviso, en un recodo del sendero, aparecen espectaculares el Taboche (6.495 m) y Cholatse (6.440 m), junto con el turquesa lago de Chola.
Seguimos caminando el resto de la mañana hasta llegar a medio día a Zongla, bonita aldea con un emplazamiento único. La tarde tornó muy fría y nublada, aunque en un pequeño ventanuco entre nubes pudimos contemplar un bonito juego de luces y sombras sobre el Ama Dablam (6.812 m).
Día 11: Zonglha (4.840 m) - Gokyo (4.750 m) por el Cho La (5.420 m).
Otra larga y dura jornada, en la que volver a tocar cotas altas y atravesar el glaciar de Ngozumpa, enorme río de hielo que baja del Cho Oyu (8.201 m), hasta llegar a la bonita aldea de Gokyo, a orillas del lago del mismo nombre.
Empezamos temprano en la mañana, aún cuando los pequeños riachuelos están congelados.
Poco a poco vamos ganando altura, camino del pequeño glaciar que da accedo al paso, con el imponente Cholatse (6.440 m) a nuestras espaldas.
A los pies del glaciar nos calzamos los minicrampones y comenzamos su cruce, camino del Cho La.
Cho La, a 5.420 m. Damos vistas ya desde aquí al enorme y bonito valle de Gokyo.
El tiempo se echa encima en estos cortos días de otoño donde el sol se pone a las cinco de la tarde. Comenzamos el descenso sin demora, sabiendo el largo camino aún por delante.
Unos cuántos kilómetros más tarde, llegamos al descomunal glaciar de Ngozumpa, en el que perderemos el camino un par de veces hasta alcanzar, al fin y cansados, la morrena opuesta.
Desde aquí, un pequeño sendero que desciende desde una colina cercana a la morrena nos condujo hasta la bonita aldea de Gokyo, a orillas del lago del mismo nombre.
Tras descansar de la larga y dura jornada, y después de comer algo, decidimos dar una vuelta por el lago y los alrededores. Aun así, una vez el sol se puso por las montañas, el frío volvió a hacer acto de presencia, invitando, como cada tarde, a retirarnos al lodge donde pasar el tiempo leyendo, jugando a las cartas o, simplemente, observando el paisaje.
Día 12: Gokyo (4.750 m) - Dole (4.040 m), ascendiendo al Gokyo Ri (5.357 m).
Tal vez, el día más bonito de todo el trekking. Temprano en la mañana, desayunamos y comenzamos el ascenso al Gokyo Ri, punta a 5.357 m. Queremos despedirnos del Himalaya desde, tal vez, una de las mejores atalayas de esta zona.
De camino, el Cho Oyu (8.201 m), otro de los catorce, nos acompaña en nuestro ascenso.
Una vez ganado un poco de cota, el Everest (8.848 m) y Lhotse (8.516 m) vuelven a reivindicar su posición de colosos sobre el resto de montañas. El todopoderoso Makalu (8.463 m), al fondo, comienza a surgir mostrando su pilar oeste; sin duda, una de las grandes vías del Himalaya.
Gokyo Ri, a 5.357 metros; un poco más cerquita del cielo...
Everest (8.848 m), Nuptse (7.861 m) y Lhotse (8.516 m).
Gyachung Kang (7.952 m), espectacular montañón junto al Cho Oyu, y montaña más alta entre éste y el Everest. Ninguna de sus vías de ascenso podría calificarse como asequible.
Tras enormes momentos disfrutando de esta, nuestra última cumbre, comenzamos el descenso hacia los valles y las ciudades, de vuelta a la realidad. Los lagos de Gokyo serán compañeros durante este descenso.
Vidas jóvenes y adultas...
Aristas en las que perder el norte...
Día 13: Dole (4.040 m) - Namche Bazaar (3.440 m).
Volvemos ya, ahora sí, hacia los fondos de valles, hacia las ciudades cómodas y los lujos de andar por casa. Los bosques de rododendros y abetos vuelven a hacernos compañía, al tiempo que las nieves y glaciares van quedando atrás.
La siempre bonita Namche nos da la bienvenida, entre sus coloridos tejados y sus cafés donde descansar después de lo vivido. Mañana, veinte kilómetros hasta Lukla, donde coger esta vez sí, un vuelo de vuelta a Ramechhap y, desde allí, seis horas de transporte terrestre de vuelta a Katmandú.
Últimos días...
Poco resta ya, más que disfrutar de la capital y sus barrios, su gastronomía y su música.
Durbar Square de Patan, volviendo caminando hasta Thamel, disfrutando de lo auténtico de estos rincones.
Y qué mejor despedida de Nepal que desde la mayor estupa de toda Asia; la impresionante Boudanath, la que, siete años antes, viera completamente destruida tras el tremendo terremoto con epicentro en el valle de Langtang.
Volvemos a casa llenos de montañas, de horizontes infinitos y colores en nuestras retinas. Nepal, hogar de hielos, y de enormes pasiones. Y de momos...
Viaje realizado en otoño de 2022.
Miguel Navarrete