Reino de las montañas Altai

Reino de las montañas Altai

jueves, 16 de agosto de 2018

Nun (7.135 m). Región de Jammu-Cachemira, Himalaya indio.



Hacía algún tiempo que la idea de volver a la altitud extrema rondaba mi cabeza. Y como siempre, empecé a investigar en regiones remotas, donde la afluencia de gente fuera escasa, donde las condiciones locales imprimieran un carácter especial a la región.

Y en las últimas estribaciones del Himalaya indio, muy cerca ya de la frontera con Pakistán, descansa el Nun, un coloso de 7.135 metros. De enorme prominencia respecto a las demás montañas de la zona y un tanto técnico, este pico suponía un proyecto personal que afrontar con ilusión y respeto. Asimismo, y siendo fiel a la manera de escalar este tipo de montañas, pensé en el estilo alpino como modo de progresión. En este estilo, uno carga la mochila con todo el material necesario, cuerdas, gas, comida, ropa, etc. y sale del campo base hacia la cumbre, sin realizar descensos de aclimatación, decidido a alcanzar la cima en un solo intento. Sin contar con la seguridad de campos de altura previamente montados, es el estilo más limpio y puro que concibo para el ataque de estos montañones. La única reseña negativa a tener en cuenta en esta escalada, es que utilizamos algunos tramos de viejas cuerdas fijas para progresar más rápidos y seguros en los pasos más expuestos, lo que técnicamente rompe con el estilo alpino en su sentido más purista.

Además, de esta manera, mi compañera de viaje no tendría que esperar demasiados días en el campo base sin noticias de mí. 

Para poder acometer esta escalada, elegí el Stok Kangri (6.153 m), un seismil asequible de la región de Ladakh, como punta de aclimatación previa. Asimismo, Rocío intentaría su escalada conmigo, lo que supondría para ella su primer seismil, hollando ya una cumbre del Himalaya. Cerrado el proyecto, ambos comenzamos con ilusión un proceso de entrenamiento y preparación que nos llevaría, a mediados del verano de 2018, a aterrizar en Delhi camino de la más grande y poderosa cordillera del planeta.

Tras los trámites necesarios en la capital, volamos al día siguiente a Leh, bonita ciudad budista que un día fuera la capital de Ladakh, a 3.650 m. Allí pasaríamos nuestra primera noche mientras preparábamos todo el material necesario para el trekking y la escalada del Stok Kangri.





El Stok Kangri (6.153 m) desde Leh.





Un par de días tranquilos disfrutando de la ciudad, sus templos y su gastronomía.






El palacio de Leh.




Templo budista de Tsemo Maitreya.




A la mañana de nuestro tercer día en Leh, preparamos todo el material y nos encaminamos al pueblo de Stok, desde donde comenzaremos a caminar en dirección a nuestro primer campo.





La primera jornada termina en Manikarmo, a 4.300 metros de altitud, donde pasaremos la primera noche en altura, tras haber sido acompañados por lluvias torrenciales que nos empaparían hasta los huesos, incluido todo el material cargado en nuestras mochilas. Tras secarnos y cenar algo caliente, y sin más complicaciones, ponemos rumbo al día siguiente al campo base del Stok Kangri, situado a 5.020 m. El mal tiempo sigue acompañando toda la mañana, por lo que apenas podemos ver nada de lo que nos rodea.




Esa misma tarde iríamos a estirar las piernas por una arista cercana, aprovechando una leve mejoría en el tiempo que nos permitió ver el valle remontado el día previo, y asimismo, mejorar un poco nuestra aclimatación de cara a nuestra primera noche a cinco mil metros...






Al día siguiente, toca realizar una punta de aclimatación previa al asalto definitivo a cumbre. Vuelve a amanecer malo, como todos los días desde que llegamos a la montaña, pero subimos sin demora hasta el emplazamiento del campo base avanzado del Stok, a 5.300 metros, donde alcanzamos el glaciar y pasamos todo el tiempo posible antes de volver a acometer el descenso al base.





El mal tiempo continúa vertiendo malos presagios para la madrugada que nos espera cercana, tras la corta noche que encaramos...




De madrugada, suenan nuestros relojes y empezamos a preparar las mochilas. Tras un frugal desayuno, aún siendo noche cerrada, a las 1 am comenzamos el ascenso definitivo a cumbre. La oscuridad, sólo rota por el fulgor de nuestros frontales, nos acompaña en el ascenso hasta el glaciar. Tras su cruce, delicado debido a la pendiente y a no llevar puestos los crampones, encaramos unas  fuertes pendientes a través de morrenas y laderas de roca descompuesta, con pequeños neveros alternos. Las primeras luces del alba nos sorprenden llegando al hombro del Stok.





Y allí, en un leve claro entre las nubes que cubrían todo el cielo, pudimos contemplar un prematuro amanecer hacia los primeros contrafuertes del Himalaya en la región de Cachemira.




Desde allí, continuamos hacia la cumbre con las únicas luces cálidas que nos iluminaran en este día...





Llegando a cumbre la niebla vuelve a inundarlo todo, pero adivinamos ese punto donde la pendiente cambia bruscamente de inclinación, donde el horizonte se vuelve infinito a pesar de las nubes. Pronto reconocemos la cima de la montaña a la que avanzamos con enorme alegría y determinación. Estamos en la cumbre del Stok Kangri, a 6.153 metros. Han transcurrido 5 horas y media desde que salimos del campo base. 






El frío es atroz en cumbre. A pesar de estar "sólo" a seis mil metros, nos estamos congelando. Tras pasar unos minutos en la cima, iniciamos el camino de vuelta contentos, sabiendo que ahora toca un largo descenso hasta llegar a la seguridad del campo base, a través de enormes pendientes y un terreno delicado mezcla de roca suelta, hielo sucio y arena endurecida.

De nuevo en el hombro, y antes de encarar el descenso al glaciar, las nubes nos regalan un leve lapso de tiempo en el que contemplar de nuevo el Himalaya. 






De vuelta en el base, tras una buena comida, disfrutamos de nuestra última tarde en la montaña, antes de retornar a Leh.





Al día siguiente, recogemos todo el material e iniciamos el descenso, con ganas de una buena ducha y por qué no, unas buenas cervezas...






Después de un descanso merecido en Leh, no perdemos más tiempo y nos echamos a la carretera. Por delante, dos días de viaje hasta la pequeña aldea de Tangol desde donde comenzaremos el trekking de ascenso al campo base del Nun, pasando previamente por la ciudad de Kargil. A las pocas horas del primer día de camino, vuelvo a reencontrarme con el gran río Indo, que conociera en Pakistán hace hoy ya seis años. El sonido de sus aguas embravecidas me trae grandes recuerdos de aquella bonita expedición.





Atravesando paisajes lunares, en una región muy desértica, a la que el monzón no afecta, llegamos por la tarde a Kargil.





Poco hay que hacer en esta ciudad más que descansar, reponer fuerzas con una buena cena y marcharnos pronto a la cama; mañana será un interminable día de controles policiales y militares. Cachemira, una de las regiones más militarizadas del planeta, se mostrará blindada a extranjeros y deberemos repetir uno tras otro los controles de documentos y materiales. Está prohibido llevar teléfonos satelitales debido a la cercana y caliente frontera con Pakistán, que no es nuestro caso pues son bastante caros, pero que ciertamente son de utilidad en expediciones ya que son la única manera de contactar con alguien en caso de accidente o emergencia. Sea como sea, la región se muestra despoblada de foráneos y con poca afluencia de gente, salvo curiosas miradas de aldeanos que salen a nuestro paso. Para mí, poder escalar en estilo alpino y además hacerlo en regiones remotas, sigue siendo todo un lujo que buscar y apreciar.

Seguimos remontando el curso del río Suru cuando ante los ojos del expedicionario aparece, en toda su magnitud y belleza, el colosal Nun (7.135 m). Desde aquí, sus regulares líneas y su enorme presencia nos maravillan y sobrecogen.







Sin más demora, pues sabemos que aún quedan controles militares que pasar y la tarde se escurre poco a poco, reanudamos el camino en compañía de agradables lugareños...




...y muy cerca ya de Tangol, del otro coloso de la zona; el Kun (7.077 m), con su formidable cara oeste bañada por las últimas luces del atardecer.




Esa noche en la pequeña aldea de Tangol nos encontraremos con los porteadores que subirán con nosotros hasta el campo base del Nun, situado a 4.600 m. Hay que portear tiendas, cocina, alimentos, materiales, gas, etc., y pronto en el patio de la pequeña casa donde pasaremos la noche, las cargas se dividen y se reparten. Tras una ligera cena a la luz de nuestros frontales, pues la electricidad aquí es ya un lujo, nos metemos en nuestros sacos dispuestos a comenzar al día siguiente la aventura.

Nada más salir el sol, desayunamos y cerramos las mochilas. El ascenso comienza cruzando el río Suru y remontando unas empinadas pendientes tapizadas de pasto verde, hogar de enormes marmotas.





Pronto comenzamos a ganar altura y empiezan a aparecer ante nosotros infinidad de cimas.





Remontando un collado a 4.200 metros, nos adentramos en un valle glaciar que nos conducirá al emplazamiento del campo base.





Al llegar al glaciar, lo cruzamos hasta alcanzar las morrenas en la orilla opuesta. Setas de nieve nos acompañan en este cruce.





Un vez en las morrenas, acometemos decididos su ascenso. Esta última parte, de enorme pendiente, pondrá a prueba nuestro equilibrio, en un terreno de roca suelta y hielo sucio escondido bajo la arena.




Tras el duro ascenso de la morrena, llegamos finalmente al emplazamiento del campo base del Nun, a 4.600 metros. Las luces de la tarde nos acogen en este singular emplazamiento. Además, las tiendas en el base son antiguas, tipo canadiense, similares a las que mi recuerdo almacena de aquellos días de camping e infancia. Pareciera que estuviéramos explorando esta zona en los años 80. Además, la completa soledad en estos parajes no hace más que aumentar el sentimiento de aventura.





Esa noche en el campo base conozco a quien será mi compañero de cordada para la escalada en estilo alpino del Nun; un nepalí muy fuerte que ha trabajado muchos años como porteador. Es una persona encantadora, pero sólo tiene un problema; apenas entiende una palabra de inglés. La falta de comunicación será un problema allí arriba, pero intentaremos tirar todo lo posible del lenguaje de signos. ¡Más divertido aún!

En esta tesitura, le explico o mejor dicho, le intento explicar, la cuestión. Este año no contaba con compañeros de escalada, por lo que tuve que solicitar los servicios de campo base y además, un compañero de cordada. Evidentemente, no quiero un guía ni un porteador, así que empezamos a preparar las cargas y charlar, y el pobre no paraba de decirme "my carry!, my carry!" mientras yo cogía parte del gas, tienda, material, cuerda, etc. Yo le expliqué como pude que íbamos a portear el mismo peso cada uno, y que nos íbamos a ayudar en la montaña como lo harían dos colegas. Aún recuerdo su mirada, muy extrañada sin duda pero también agradecida, tras hacerle entender el planteamiento. Otros dos sherpas locales del campo base parecían divertidos con la situación y extrañados igualmente. 

Respecto a mi condición física y opciones de cumbre en esta nueva expedición, comencé a valorar mis posibilidades durante la cena. El utilizar el Stok Kangri (6.153 m) como punta de aclimatación está bien aunque sea un poco justo, pero reparé en ese momento en que no había dormido ninguna noche por encima de 5.000 metros. Y es sin duda, el dormir en altura, lo que mejor te prepara de cara a una buena aclimatación. Pensé que mi primera noche en el C2 (6.000 m) no sería muy buena, y la siguiente en el C3 (6.400 m) bastante mala, por lo que no pude evitar un cierto sentimiento de inquietud. El fantasma del edema cerebral o pulmonar empieza a rondar siempre en estas altitudes. Aun así, había entrenado duro y confiaba en mi experiencia previa en otras grandes montañas, así que me fui a la cama decidido a intentarlo. 

El plan, para cumplir con el estilo alpino y para que Rocío no esperase mucho tiempo sola en el campo base, era el siguiente:

Día 1: CB (4.600 m) - C1 (5.200 m)
Día 2: C1 (5.200 m) - C2 (6.000 m)
Día 3: C2 (6.000 m) - C3 (6.400 m)
Día 4: C3 (6.400 m) - Cumbre - C2 (6.000 m)
Día 5: C2 (6.000 m) - CB (4.600 m)
Extra: 2 días de reserva por mal tiempo.

Este era el esquema inicial que tenía en mi cabeza, aunque ya desde aquella noche, la idea de intentar restar un día a la planificación empezó a fraguarse. Para evitar dormir a tanta altura en el C3, pregunté a los sherpas locales si era posible atacar la cumbre directamente desde el C2, asumiendo un ataque de 1.100 metros trabajando a esas cotas. Yo lo veía lógico y posible, pero todo el mundo me dijo que era una tirada demasiado larga. Aún así, guardé esa baza en mi cabeza cuando me metí en el saco, dispuesto a dormir. 

A la mañana siguiente, y con tremendos mochilones como exige el estilo alpino, comenzamos el ascenso. A diferencia del buen tiempo que habíamos tenido los días de aproximación al campo base, esa mañana antes del medio día las nubes comenzaron a cubrirlo todo.




Tras remontar las partes superiores de la morrena, nos metemos en el glaciar y damos vistas a la cascada de hielo que da acceso al enorme plató donde se asienta el C1. Con determinación, nos acercamos a ella y comenzamos su escalada.





Una vez superado el muro de hielo, desembocamos en un terreno infestado de grietas. Aquí habrá que extremar las precauciones y medir muy bien cada paso que damos, observando los puentes de nieve, el trazado oculto de las grietas, los seguros de los puntos de anclaje de las cuerdas...




A partir de aquí, la nieve comenzó a caer. La visibilidad era nula y avanzábamos en fila india hacia el emplazamiento del C1. En este tramo, nos íbamos turnando para abrir huella en la nieve reciente, en la que nos hundíamos. Poco a poco, alcanzamos el lugar previsto para montar la tienda y pasar el resto del día descansando.

Al día siguiente el cielo amaneció completamente despejado y pude contemplar el Nun y el Kun, junto con toda la vía de ascenso.  




Nuestra tienda apareció semienterrada en nieve tras toda la tarde y la noche cayendo sobre nosotros. Las primeras luces son una suave y cálida caricia en este gélido plató en el que despertamos.




Rápidamente recogemos el material y nos ponemos en marcha, camino del C2 (6.000 m). En la imagen, gran parte de la vía transcurre por o cerca de la arista que se observa a la derecha.





Al llegar a la base de los muros de nieve y hielo que defienden el emplazamiento del C2, no encontramos las cuerdas fijas que deben estar enterradas bajo la nieve caída sin cesar el día anterior. Tras una búsqueda de las mismas sin éxito, nos encordamos con nuestra propia cuerda y comenzamos el ascenso atentos a las grietas y rimayas. 




Tras unas primeras rampas y pasos de mixto, encontramos restos de la cuerda fija en una zona de roca. Con grandes esfuerzos, la vamos desenterrando y progresamos más seguros y rápidos hacia arriba.




Los últimos pasos antes del emplazamiento del C2 (6.000 m) son de mixto, haciéndonos extremar las precauciones y poniendo nuestra determinación a prueba. Sin duda, escalada sobre terreno delicado con mucha roca suelta bajo la nieve reciente y largos tramos de hielo. Además, y como ocurriera el día anterior, a media mañana las nubes volvieron a hacer acto de presencia y escalamos los últimos largos bajo una leve nevada que no presagiaba nada bueno.





En un momento de claridad llegamos al C2 (6.000 m), situado en una delgadísima arista rocosa donde apenas hay sitio para montar dos tiendas. Elegimos el sitio, allanamos lo que pudimos la superficie con ayuda de piolets y botas y montamos la tienda. Toca hacer agua y comer algo, pues será la primera noche a 6.000 metros y he de obligarme como sea a hidratarme y alimentarme bien. 





Aprovecho además estos momentos para exponer a mi compañero mi idea de recortar un día de escalada. Mi planteamiento es salir a las 23 horas camino de la cumbre para estar de vuelta por la tarde del día siguiente de nuevo en el C2, por lo que nos ahorraríamos tener que transportar todo el material al C3 (6.400 m) y descansar mal en ese campo antes de acometer el ataque definitivo a cumbre. De primeras, él se muestra también de acuerdo con este planteamiento, por lo que me convenzo de poder llegar un día antes al base y reencontrarme con Rocío en un par de días. Ella, por su parte, debe estar cómoda esperando en el CB, pero sé muy bien lo largos que son los días en un campo base cuando no hay nada que hacer más que ver escurrirse las horas valle abajo, al igual que la luz de cada ocaso va acercando el final de otro día.

Por la tarde, en un respiro que nos dan las nubes, puedo salir de la tienda y tomar algunas fotografías. La luz de la tarde nos baña con singular calidez. Me permito incluso salir sin plumas y respirar el aire fresco antes de volver al saco. Pero es en estos momentos cuando vemos por primera vez el aspecto que tiene la vía entre el C2 y el C3... Un auténtico laberinto de grietas y enormes seracs aparece ante nuestros ojos. Mi compañero me dice que es peligroso meterse ahí de noche sin ver nada, y más aún sabiendo que las cuerdas fijas estarán enterradas como ya nos pasara esa misma mañana camino del C2. Hay que rechazar la idea de atacar la cumbre desde aquí, y mi cara no esconde una profunda decepción.





Como era de esperar, la primera noche a 6.000 metros no fue muy buena. Dolores de cabeza me acompañaron evidenciando una escasa aclimatación a la altura. Aún así, al salir de la tienda y comenzar de nuevo la escalada, me siento muy fuerte y mucho mejor. Seguimos adelante, camino del C3 (6.400 m) como habíamos decidido la tarde anterior.

Y tal y como observamos desde la distancia, enormes grietas y seracs nos acompañarán a lo largo de esta mañana. Además, no encontramos las cuerdas fijas, por lo que nos encordamos, asegurándonos con el piolet al paso de grandes grietas, primero uno y luego otro, sintiendo el placer de la verdadera escalada y además, en completa soledad.





Unas palas de nieve durísima y mucha pendiente, culminadas por amenazantes seracs, nos llevan a una arista más segura desde donde alcanzaremos el C3 (6.400 m). Desde allí, podemos contemplar las últimas estribaciones del Himalaya, entrando ya en territorio pakistaní.






Finalmente llegamos a nuestro emplazamiento donde montamos la tienda y tratamos de descansar todo lo posible. La idea es salir a las dos de la mañana camino de la cumbre. 




Esa tarde sigo pensativo. La idea de no haber recortado un día a la escalada sigue rondando mi cabeza. Es así que le expongo a mi compañero la opción de escalar rápidos a cumbre, e intentar un descenso meteórico al campo base en el mismo día. Eso supondría el descenso de más de 2.500 metros de desnivel acumulado, después de haber escalado a la cima. Sin duda, es un proyecto un poco ambicioso, pero él me mira y, tras reflexionar unos momentos, me dice que podemos intentarlo. Es otra opción para volver un día antes, para bajar de cota cuanto antes, para reencontrarme de nuevo con Rocío sin tener que transcurrir más tiempo separados. A pesar de mi escasa aclimatación, me sigo encontrando fuerte y confiado. 

Con esta idea, a la par ilusionado y también, por qué no, un tanto receloso, me meto en el saco e intento descansar lo que puedo. Sin embargo, fuertes dolores de cabeza y la imposibilidad de conciliar el sueño ni un minuto harán de las horas de la tarde y la madrugada un calvario eterno. 

Aun así, pronto llega el momento de levantarse. A las 1:30 am suena mi reloj y nos ponemos en marcha. Preparamos las mochilas, hacemos algo de agua y con tan sólo una taza de té caliente en el cuerpo, a las dos de la madrugada salimos para cumbre. No comeremos nada hasta estar de vuelta en el C3. La escalada técnica y el frío no aconsejarán ninguna parada.

El ascenso por la noche siempre es más duro. La escasa visibilidad más allá de la luz de tu frontal hace de cada paso un esfuerzo mayor, junto con el frío que barre la cara oeste del Nun por donde progresamos. El viento se levanta y mis pies y manos comienzan a congelarse. No paro de mover los dedos todo lo que puedo, pero la vía, muy técnica que te hace estar siempre en contacto con el jumar, piolet o mosquetones, no ayuda a calentar mis manos.

Atravesadas dos enormes rimayas y escalado un pequeño muro de hielo, alcanzamos un terreno rocoso bajo la arista somital. Aquí, las primeras luces de este nuevo día nos muestran un cielo despejado que esparce sin piedad alguna un brutal frío sobre esta cara de la montaña, aún en sombra.




Los últimos largos antes de la arista cimera son verdaderos pasos de mixto muy verticales donde emplearte a fondo, controlando la respiración y las fuerzas. Esta escalada tan vertical a 7.000 metros pondrá a prueba nuestra resistencia física, donde también deberemos templar muy bien la cabeza fruto de una escalada tan rápida en condiciones de escasa de aclimatación. A esta cota, la presión parcial de la molécula de oxígeno es de tan solo un 40% con respecto a la presión al nivel del mar.




Sin embargo, cada metro que le gano a la montaña me hace sentir más fuerte, a pesar del frío que no cesa de destrozar mis pies y manos. Con un último esfuerzo, alcanzamos la arista cimera que recorremos con cuidado, pues es delgada como la hoja de un cuchillo albergando a cada lado vacíos de muchos centenares de metros.




Finalmente, a las 6 de la mañana, alcanzamos la cumbre del Nun, a 7.135 metros. A pesar del frío y del viento, un día magnífico nos muestra todo el sector del Zanskar y las estribaciones pakistaníes del Himalaya...






El vecino Kun, de 7.077 metros.




Felicidad en cumbre, en esos escasos minutos que el frío nos permitió arriba.





El glaciar norte del Nun-Kun. Al fondo, dominando por completo el horizonte, la vertiente del Rupal del coloso Nanga Parbat (8.126 m).




Sin tiempo que perder, pues aún nos queda un descenso muy largo, iniciamos con cuidado la vuelta al C3. Hay que descender todos los pasos de mixto y no nos fiamos de la seguridad de los anclajes. No rapelaremos de las cuerdas para no colgarnos completamente de ellas, por lo que descenderemos agarrados a las mismas, pero controlando en cada momento nuestro peso en ellas y afianzando con seguridad cada paso.

Al llegar a las palas de nieve tras las zonas de mixto, aumentamos la velocidad camino de las grandes grietas que surcan el camino antes del C3. 




Y ante nosotros, en todo momento y dominando la lejanía, la tremenda muralla del Nanga...




En dos horas estamos de vuelta en el C3 donde nos hidratamos convenientemente, comemos algo aunque poco, recogemos la tienda y salimos disparados para abajo, con la intención y enorme ilusión de poder descansar hoy en el campo base tras una merecida cena.




De nuevo, el camino entre el C2 y el C3 nos muestra este colosal laberinto de seracs y grietas. Sin duda alguna, uno de los tramos más bellos e inquietantes de esta montaña.




Es también durante el descenso de esta parte donde percibo en la lejanía relieves conocidos... Tirando de un poco de zoom en mi cámara, capto en el horizonte los enormes gigantes del Baltoro. De izquierda a derecha, el K2 (8.611 m), el Broad Peak (8.047 m) y el Chogolisa (7.665 m). Enormes son también los recuerdos que vienen a mi memoria al volver a contemplar, 6 años más tarde, estos colosos...




Pasamos rápido por el emplazamiento del C2, donde hacemos un pequeño descanso, y seguimos decididos hacia el C1, en el enorme plató. Tras descender los tramos de mixto y llegar al glaciar, en una mirada atrás puedo contemplar de donde venimos. Dos kilómetros por encima de nuestras cabezas descansa la cumbre hollada esta misma mañana...




Pasamos por el C1 y seguimos sin detenernos camino de la casada de hielo que da acceso a la morrena. Nos parece increíble, pero si apretamos el paso, podremos incluso llegar para comer al campo base. Al preguntarnos, ambos nos sentimos fuertes y decididos. Sin lugar a dudas, hemos formado una buena cordada aunando fuerza y experiencia.




Al llegar a la zona de grietas previa al muro de hielo, extremamos las precauciones y más dada la hora que es y que el sol brilla a plomo sobre el glaciar. Varios puentes de nieve ceden a nuestro paso, sin más complicaciones que la típica pierna que se hunde en la grieta. Aquí empleamos mucho tiempo en asegurarnos concienzudamente con la cuerda a cada paso hasta que finalmente alcanzamos el muro que, tras comprobar la solidez del tornillo de hielo que ancla la cuerda, lo descendemos rapelando. 






Finalmente, a las dos y media de la tarde, en poco más de 12 horas desde que salimos decididos a cumbre desde el C3, hemos alcanzado la cima y descendido sin descanso al campo base. Sin duda, el ataque a una montaña de estas características más rápido que he realizado en mi carrera como alpinista. El personal en el campo base no daba crédito. Además, el reencuentro con la persona amada, un día antes de lo esperado (o tres, teniendo en cuenta la posibilidad de haber usado los dos días de reserva por mal tiempo), será la mejor recompensa. Mi estómago prefirió la cena, claro, pero aquella noche mi cabeza descansó tranquila, al fin.




El día siguiente lo pasaré descansando de la paliza de los días anteriores, aunque me encuentro realmente sorprendido por lo bien que me siento. Sin lugar a dudas, el entrenamiento preparado por mi gran amigo y tremendo profesional Juan José Rodríguez Juan, ha dado sobrados frutos. Desde aquí, te doy las gracias de nuevo, compañero. Espero que pronto podamos brindar con unas buenas cervezas.






El ocaso de este último día nos regala una luz especial que tiñe la atmósfera del campo base con tonos rosáceos, como nunca antes había visto.   







Al día siguiente comenzamos el descenso a Tangol, donde un vehículo nos recogerá para volver a Kargil, Leh y finalmente, volar de vuelta a Delhi.







Damos vistas ya a la pequeña aldea de Tangol; el final de esta experiencia está cerca. En una mirada atrás, nos despedimos de este universo de cimas enormes, de afiladas aristas y agrietados glaciares. Toca volver de nuevo a la civilización.





Tráfico de camiones por los caminos que conducen a Kargil.




Días tranquilos en Leh, reponiendo fuerzas antes de volar a Delhi. 








Ya en el avión, en el vuelo doméstico que nos llevará a la capital, contemplo en la lejanía el Nun (7.135 m) escalado unos días antes. A veces resulta extraño pensar el haber estado ahí, a casi la misma altura a la que estás volando en esos momentos (aún nos elevábamos hacia altura de crucero), simplemente por tus propios medios. 



El vuelo Leh - Delhi será un magnífico espectáculo al atravesar el Himalaya camino de las grandes llanuras y depresiones que conforman el resto del país.




Ya en Delhi, aprovecharemos nuestro último día para recorrer algunos rincones de esta gigantesca urbe, antes de poner fin a esta aventura y volar de vuelta a casa.

Mezquita del viernes, Old Delhi.






Purificaciones en un templo hindú.




Lodhi Garden, Nueva Delhi.





Volvemos a casa...

Espero que os haya gustado.
Expedición realizada en julio-agosto de 2018.



Miguel Navarrete
16 de Agosto, año 2018


35 comentarios:

  1. Leer tu relato,ver las fotos,me hace que me funda un poco en la aventura magnífica y con un concepto puro y limpio de la montaña.En este año que se está portando un poco mal conmigo me cruzo con estas hazañas y me atrevo a adueñármela un poquito haciendo un ejercicio de imaginación literaria.Os mando a los dos un abrazo inmenso y desearos salud y fortuna para muchas como esta!!!!........MA Ortuño.

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    1. Un abrazote enorme, tocayo, y buena recuperación. Espero poder verte en breve de nuevo enganchado a la norte del Veleta... ¡Hasta pronto!

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  2. Enhorabuena, que pasada de aventura. Las fotos son espectaculares. Un abrazo

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    1. Gracias compañero. A darle duro a los entrenos que seguro que tienes una buena carrera a la vista... ¡Otro abrazo!

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  3. Como siempre en tus reportajes, el relato y las magníficas instantáneas nos transportan allí con vosotros. Una verdadera pasada bro...

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  4. Miguel, hace tiempo que no sabía de ti ya que ando un tanto apartado de las redes, en mi dorado retiro serrano. Como siempre, nos deleitas con tus hazañas y con la forma de relatarlas. Eres un fenómeno, y Rocío también, da gusto veros comeros el mundo. Un abrazo

    Rafa

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    1. Rafa!! ¿Por dónde andas, pirata? Algo he visto por ahí, y me alegro mucho. Ojalá volvamos a coincidir algún día, amigo. ¡Nos vemos!

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  5. He disfrutado leyendo y viendo las fotos (magnificas) de vuestra aventura.
    En verdad creo que ha sido una experiencia excepcional.
    Enhorabuena campeones!!!!
    Ángel Melguizo

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    1. Gracias Ángel. Todo salió bien, la verdad, así que nos volvemos contentos y con dos cumbres en la mochila. No podemos pedir más. Un abrazo.

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  6. Un reportaje maravilloso, y con fotografias enormes a que nos tienes acostumbrados. Glaciares y estratos que ya quisieran ver mis antiguos alumnos. Un placer. Gracias por compartirlo. Saludos de todos. Jesus.

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    1. ¡Gracias tito! La verdad es que es curioso estar por allí arriba sabiendo que eso fue en su día el lecho oceánico. ¡Un abrazote para todos!

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  7. El Jesús de antes es tu tito de Málaga.

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  8. Como siempre...un gustazo y una gran oportunidad de sentir emociones y vivir paisajes en los que, seguramente, nunca estaremos el resto de los mortales. Un abrazo primo.
    Edu.

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    1. ¡Gracias Edu! Y a darle duro a las carreras si tienes alguna en mente, que seguro que sí... Un abrazote, y a ver si nos vemos con unas cañas delante por Sevilla.

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  9. Magnífico reportaje, me encanta cómo trasmites las sensaciones para los que como yo no entendemos nada del tema. Qué sentimientos tan fuertes tienes que vivir en una aventura así. Genial Miguel!! La que esperaba que nos cuente las sensaciones vividas también. Un abrazo desde LA Rioja.
    Marta.

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    1. ¡Marta! ¿Cómo va la vida, sala? Gracias por esas palabras y un placer compartir con vosotros estas experiencias. ¡Un besote desde el sur!

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  10. Maravillosa rememoración de nuestra expedición de ¡¡hace ya 6 años!! que barbaridad. Enhorabuena¡¡¡¡

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    1. Así es, compañero. El rugido del Indo me trajo los primeros recuerdos, pero cuando vi los grandes en la lejanía, me pareció estar de nuevo caminando por el Baltoro. ¡Un abrazote!

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  11. Me ha encantau….. Montañas de besos amiguitos. Memé

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    1. ¡¡Esperando nos tienes para ver ese Lenin!! Hasta pronto, salá.

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  12. Miguel enhorabuena!!!!que pedazo de reportaje, que paisajes, que fotos tan espectaculares, que bonito lo cuentas todo,me ha encantado y me alegro mucho que todo os haya ido estupendamente!!!!Un abrazo muy grande y besitos para Rocio. Juana.

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    1. Juana, a ver cómo lo hacemos ahora para vernos que estos Ytantos no tienen aniversario este año... Espero que coincidamos pronto por la sierra. ¡Un beso!

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  13. Un placer disfrutar con tus aventuras y reportajes. Un fuerte abrazo Ytantero.

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    1. Gracias, compañero. Un placer llevar tan noble insignia a estas cumbres. ¡Hasta pronto!

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  14. Volver a tener noticia de tus aventuras ha sido todo un placer.El relato y las fotos, espléndidas. La escalada....emocionante !! Un abrazo para ti y para Rocío.

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    1. ¡El placer es mí, Mariano! A ver si la próxima vez que pasemos por Úbeda nos vemos y nos tomamos unas cañas. Otro abrazo.

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  15. Hola Miguel!

    Que alegría volver a ver una de tus "aventuras" y poder disfrutar de ellas a través de tu ojo digital. He disfrutado muchísimo.

    Abrazos y mucha suerte amigacho ;-)

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    1. ¡¡Compañero!!

      Lo mismo digo; una alegría volver a saber de ti. Espero que todo vaya bien, amigo. Y lo mismo, con suerte, volvemos a coincidir un día de estos por los montes para hacer alguna que otra pelitrada...

      ¡Un abrazote!

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  16. Magnifico Miguel, como enganchan tus relatos y fotografías, me he llevado una bronca porque no me levantaba a almorzar, ya que no podía dejar de leer. Que la fuerza e ilusión por las montañas te siga acompañando y de paso nos las sigas transmitiendo.
    Un fuerte abrazo
    Fernando T.

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  17. ¡Gracias por esas palabras, compañero! Como siempre, un placer poder compartir esto con vosotros. Y como bien dices, ojalá pasemos muchos más años compartiendo todos experiencias y vivencias, ya sean en montañas remotas, o valles más cercanos.

    Otro abrazo para ti.

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  18. Precioso relato y enhorabuena por la luchada ascensión! Bravo!

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    1. ¡Gracias David! Siempre es un placer poder compartir estas experiencias.
      Un abrazo.

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